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Bodeguita Romero y MejíasTapas de gloria

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“Un incensario de plata sobre las cabezas de los clientes pregona con su sahumerio, la vocación del bar”

Decía Borges que la lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado. Traigo aquí este verso del divino sieso porteño para agregar, de mi cosecha, que la Semana Santa es algo que no termina de pasar nunca. Algo que se espera, la eterna Esperanza que nunca termina de suceder definitivamente y que siempre es víspera. Donde mejor se observa esta dulce espera es en las incienso-tabernas, que describe con mucha guasa Jorge Molina en su libro «123 motivos para no viajar a Sevilla», editado por Jirones de Azul.

La bodeguita-cofrade de hoy es humilde, breve y está ambientada según los jartibles cánones al uso: paredes forradas de imaginería, costales decorados, alguna pluma de armao (de casco, aclaro), cirios gastados, boletines, video, música… y, cómo no, incienso.

Un incensario de plata sobre las cabezas de los clientes pregonando con su sahumerio, la vocación del bar. En la puerta, una fila de naranjos tan cercanos a la fachada que forman parte del ornamento del local y cuya explosión de azahar terminará por mezclarse con las señales de humo de la rancia resina y el olor de sus tapas, a mayor gloria del capillerío.

Y además la tabernera se llama Gloria (si se llega a llamar Pasión, se sale)… Iniciamos la procesión de su tapeo con un mosto de Umbrete, a modo farol de cruz de guía y la simpática camarera nos endiña las espinacas con garbanzos de rigor, más que correctas. Tiene Cruzcampo muy bien tirada, en vaso adecuado y con ella nos aplicamos al primer tramo de tapas de su carta: unos champiñones fritos rellenos de queso y jamón que le quedan divinos y a los que sucede una tapa atípica: la mousaka griega. Un pastel de verduras, carne picada y queso que realmente bordan cual manto de Rodríguez Ojeda… La cosa pide ruán y pasamos al Rioja; sólo tienen Faustino Rivero Ulecia, pero perfectamente servido de temperatura y cristal. Gloria me trae una tapa de “bacalati con tomati”-con más tomati que bacalati- de nota alta. Insiste en lo casero de su cocina, pues su santa madre elabora todos los guisos. Más cositas. Montaditos, el de pringá, superior. Procedente del cocido que suelen servir los domingos en homenaje a alguna cuadrilla de costaleros o banda. Me gusta mucho el pan que usan para los montaditos: un mollete cuadrado que da un resultado estupendo, por ejemplo en el pollo con tomate. Inevitablemente caemos en la tentación del pan de la casa, que aquí es de cebolla caramelizada, carne mechada, tomate y queso. Pecado mortal.

Están empezando pero tienen lo que hace falta, de momento, para estar en esta página: dedicación y un mínimo de talento.

En Sevilla, llegando este tiempo o das un pregón o te lo dan. Yo les he dado el mío recomendando esta tasquita. Que la disfruten.

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