Habría que hacer un homenaje a los pocos restaurantes de la ciudad que, tras casi diez años de crisis, siguen en pie en Sevilla. Pero especialmente a los que siguen siendo lo que eran, sin haber renunciado a nada. Y
Jaylu posiblemente estaría a la cabeza de esa lista.
Y, además, con una carta con evoluciones ?que no innovaciones? a destacar como la verbena de algas con gambas marinadas, el tataki de aguja con perlas de wasabi o las albondiguillas de choco imperial en su tinta.
¿Qué tiene Jaylu de especial?
Uno siempre entra aquí con más miedo que vergüenza porque sabe que
va a comer maravillosamente, pero también que lo va a pagar; que por mucho que sólo mires de reojo ?casi con indiferencia? esa bandeja en la que Enrique pone el pescado y el marisco que tiene del día, al final te vas a rendir.
Ya ahorraremos otro día.
Jaylu tuvo la primera terraza medio cuidada que hubo en Sevilla, antes de la invasión de descuidados veladores, y allí vamos a parar. Y tan pronto nos sentamos nos conquistan con su surtido de panes y tortas variados que acompañan de una mayonesa de verdad para que la dosifiques a lo largo de la jornada.
¿Que esto te lo cobran? Pues sí, a seis euros para dos personas. ¿Es mucho o poco? Pues según lo que busques y con lo que lo compares.
Enseguida caemos en la tentación del jamón serrano, la caña de lomo y las gambas cocidas. ¿Resultado? No puede estar mejor ni se puede cortar con más habilidad la chacina. Y no creo que hayamos probado mejores gambas ?aunque sí iguales?. A estas alturas, y tras media botella de manzanilla en rama, pensar en la cuenta ya empieza a darnos risa.
Hasta que llegan los platos más serios probamos una maravillosa ensaladilla de cangrejo, a las que deberían hablar de usted las mejores ensaladillas de marisco de la ciudad.
Terminamos con un morrillo de merluza hecho de la forma más sencilla imaginable y sabroso como no recordábamos y con esa curiosa especialidad de los grandes sitios de pescado, el steak tartar, que aquí bordan y que nos hace recordar que no podemos dejar de recomendar el último tartar, pero este de atún que tomamos antes de irnos de vacaciones en su barra. Aunque parezca una simpleza todo lo que hemos tomado viene a su temperatura correcta: frío, templado o caliente.
¿Y de postre?
Mientras devoramos el postre, siempre su frágil milhojas con nata y crema, nos hacemos la misma pregunta de siempre: ¿Compensa? Y cuando te respondes que, repasando plato a plato, no has tomado nada mejor en Sevilla la respuesta es sí. Y lo que sí te planteas es que la próxima vez te sentarás, no te dejarás llevar por la pasión, pedirás la carta, estudiarás la oferta y comerás igual de bien por la mitad de precio.
Y entonces te levantas, sonríes y ya sabes que no lo harás porque, ¿cuánto cuesta tener un restaurante así en la ciudad?
