El Sastre (Belalcázar): El arte de convertir la tapa en arte

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En el tórrido verano de 1966 Emiliano Castellano y Ángela López, abrieron las puertas de este sabroso clásico de la gastronomía belalcaceña. Lo bautizaron como El Sastre no por tener ninguna vinculación con el mundo de la confección, sino porque este era el mote por el que era conocido popularmente uno de sus antepasados.

Su estratégica ubicación en el centro del pueblo y su buena mano en la cocina lo convirtió en parada obligada para los amanates del buen tapeo.

Ambos estuvieron al frente del negocio más de 30 años, pero el paso al siglo XXI lo dieron sus hijos, Emiliano y Ángel Castellano. «El esfuerzo y la constancia son la herencia de nuestros padres. Este oficio es muy sacrificado.Casi no hay tiempo libre para estar con amigos y familia.

Pero nos encanta el diálogo y la proximidad con los clientes que ya son prácticamente amigos», aseguran.

A Emiliano es más fácil encontrarlo entre fogones, mientras que Ángel atiende la barra, el salón y las mesas que tienen en la terraza. Ha pasado más de medio siglo desde que abrió El Sastre, sin embargo el tiempo parece haberse detenido: «Mantenemos la carta casi igual que al comienzo. Quizás hemos añadido algún plato respecto a la época de nuestros padres, pero poca cosa», explican.

«Nuestra cocina es tradicional y casera; y los vecinos de Belalcázar son nuestros mejores embajadores», subrayan.

En esta localidad del Valle de Los Pedroches, El Sastre es famoso por sus tapas. «Ponemos con cada bebida una tapa que llamamos «aperitivo». Las más populares son montadito de lomo, carne con tomate, riñones, callos de cerdo, champiñones y pincho moruno».

Como buen pueblo de sierra, las carnes y las chacinas son sus platos fetiches. Nunca falta su lomo a la plancha o el lechón frito del Valle de Los Pedroches. Sus incondicionales tampoco renuncian a sus pinchos morunos, cuyas tajadas son bastantes generosas y con un toque de picante.

Igualmente, trabajan con maestría la casquería. No hay más que probar sus callos o sus riñones para dar fe de ello.

Aunque no es su especialidad también cuentan con algunos tipos de pescado. Ofrecen bacalao, calamares, o chipirones pero en su versión frita.

También merece la pena probar sus berenjenas rebozadas con gachuela, un tipo de envoltura que ellos mismos elaboran a partir de harina, una pizca de colorante y agua.

Con esta oferta gastronómica tan personal y suculenta, no es de extrañar que su fama se haya extendido más allá del norte de Córdoba. Durante Semana Santa, La Romería de la Virgen de la Alcantarilla (en el mes de abril) y las fiestas de San Roque a mediados de agosto, visitantes y locales abarrotan este bar de los de toda la vida y que presume de serlo. 

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