Mesón La Casilla (Santaella): Manjares del pueblo y para el pueblo

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Su ubicación estratégica (cercana tanto a Córdoba como a Sevilla) ha hecho de Santaella un destino turístico de moda tanto rural como cultural, y consecuentemente gastronómico. No es de extrañar, pues, que el Mesón La Casilla viva actualmente una edad de oro. «Muchos días nuestro salón de más de 500 metros se queda pequeño», señala Antonio Bonet, dueño y responsable. Él y su esposa, Constanza Márquez, chef del establecimiento, han visto cómo su negocio, en pleno centro de Santaella, se ha convertido en un reclamo turístico más. No sólo por su proximidad a los enclaves más visitados del pueblo, como la Iglesia de La Asunción o el Museo Municipal, sino sobre todo por su cocina casera elaborada con productos de cercanía y en función de las bondades de la temporada del año.

Y para acompañar cuentan con «vinos blancos de Montilla-Moriles. No hay que insistirles mucho a los clientes para que los prueben», asegura Antonio.

No obstante, es evidente que la base de su éxito es la buena mano de Constanza: «Es un espectáculo de cocinera. Tiene un cariño y amor propio por lo que hace fuera de lo normal. Pone mucho de ella en cada uno de los platos. El arte de lo casero hace que nuestros clientes se olviden de la vanguardia y de las modas», afirma Antonio. Para él, La Casilla (bautizada así en honor a La Casilla de su abuelo materno) también es mucho más que un lugar de trabajo: «A mí me gusta lo que hago por lo que a pesar de la dureza propia de la hostelería, a mí no me resulta cansado».

Su oferta gastronómica es rica y variada. «La carta se cambia cada año y la elaboramos entre los dos sin perder de vista nuestra cocina que es casera y tradicional. Al fin y al cabo, los clientes del pueblo son muy tradicionales y los turistas quieren probar los platos típicos de aquí. De hecho, ahora en Cuaresma y Semana Santa elaboramos potajes con garbanzos de la zona, como el clásico con bacalao o el que lleva choco».

Pero su especialidad son excelentes piezas de cerdo ibérico del Valle de Los Pedroches y de Guijuelo (pluma, lagartillo, presa…), flamenquines, codillo, piernas de cordero. «Al cordobés le gusta más la carne que el pescado. Y nuestro rabo de toro estofado está magnífico», reconoce orgulloso Antonio. Potajes, cocidos, salmorejos y pescado fresco de las costas de Cádiz, Huelva y Málaga completan sus comandas cada día. «Sin olvidarnos, por supuesto de las refrescantes ensaladas y cremas naturales de calabaza, calabacín o espárragos empleando las verduras de temporada», añade

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