Jesús Becerra, propietario de Becerrita: «Nuestro fin es que el cliente salga satisfecho, vuelva y lo cuente»

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Ha convertido el local de 80 metros cuadrados que su padre le legó en todo un santuario de la gastronomía andaluza que ha quintuplicado su espacio. Jesús Becerra viene de una saga de hosteleros que ha sabido marcar una senda indeleble en la gastronomía sevillana.

Lleva casi 30 años al frente del establecimiento que su padre, Enrique Becerra, montó en un pequeño local de la calle Recaredo con la intención de jubilarse después de una vida entregado a la que fue su gran apuesta: Casa Becerra.

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Jesús piensa que en realidad su progenitor montó este otro pequeño establecimiento con la idea de legárselo una vez él tuviera claro que quería seguir sus pasos. Su hermano Enrique ya estaba bien ubicado en la calle Gamazo y él hizo lo propio en este otro restaurante bautizado con el diminutivo de Becerrita al que ha sabido imprimir grandeza a lo largo de los años.

En esta entrevista desgrana las claves de su gestión y de su trayectoria.

—¿Se ha preguntado alguna vez a qué se habría dedicado de no seguir los pasos de su padre?

—Muchas. Desde que tenía unos 14 años ayudaba a mi padre en Casa Becerra pero no tenía claro aún a qué quería dedicarme. Estudié una diplomatura en comercio exterior y transporte pero seguía trabajando los fines de semana con mi padre. Al terminar la carrera estuve dando vueltas tres o cuatro meses hasta que me decidí y le dije a mi padre que quería dedicarme a la hostelería. Entonces tomé las riendas de Becerrita, era el año 88. Nunca me he arrepentido de hacerlo pero sí es cierto que muchas veces he pensado cómo habría sido mi vida de no haber tomado esa decisión.

—El establecimiento ha cambiado mucho desde 1988, hábleme de esa evolución.

—Cuando empecé esto era un local de 80 metros cuadrados que tenía una barra de cinco metros y siete mesas. Estaba en la misma esquina que está ahora pero era muy distinto. La transformación sucedió en tres etapas: la primera de ellas en el 97, cuando cambié la barra; la segunda en el 99, que reformarmos la cocina y abrimos un comedor al que había que acceder por la calle, puesto que había una carpintería que lo separaba del resto del local. En 2004 compramos la carpintería y convertimos Becerrita en lo que es hoy día, un restaurante con 450 metros cuadrados dedicados a hostelería divididos en seis salones y zona de barra y tapeo.

—Y la carta y la clientela, ¿en qué han variado en este tiempo?

—La carta siempre ha estado centrada en la cocina andaluza y sevillana con productos de primer orden. Nos gustan las recetas tradicionales como las croquetas de cola de toro, la presa ibérica de bellota con mostaza crujiente o la ensaladilla de gambas. La clientela sigue siendo principalmente del mundo de la empresa entre semana y más familiar los sábados y domingos.

Así es Becerrita hoy

—Imagino que la intimidad que dan sus salones es un buen punto a favor.

—Lo es para el mundo del empresariado, puesto que los políticos ya no comen en la calle como lo hacían antes. Nos hemos adaptado a las necesidades de cada momento y hay muchas empresas que tienen sus reuniones y presentaciones aquí durante un almuerzo, puesto que les ofrecemos todo lo que necesitan para hacerlo.

Ahí reside el equilibrio. Siempre hemos estado preocupados por ir renovándonos en materia de imagen, comunicación y otros aspectos, pero sin dejar nuestra esencia clásica.

—¿Han variado las exigencias del cliente en estos años?

—Siempre nos han exigido pero ahora más porque el cliente está más formado y conoce los productos y las elaboraciones, por no hablar del vino. En una ocasión un cliente me pidió una nueva añada de un vino que acababa de salir al mercado pero mi distribuidor aún no tenía.

—Es lo que más me gusta. Yo me considero tabernero, puesto que nunca he sido de meterme en la cocina. Aunque estoy muy centrado en la gestión del restaurante, cuando tengo que echar un cable me meto en la barra.

Un trato exquisito al cliente

—¿Qué tiene de especial ser tabernero en Sevilla?

—Hay que saber cuándo hablar y cuando callar, a quién ofrecerle unas cosas y a quien otras… Hay que tener mucha mano izquierda, cintura y querer agradar y no se trata solo de conocer al cliente, puesto que una misma persona no llega siempre igual.

—En la revolución gastronómica que vive Sevilla, ¿es fundamental no abandonar el buen trato?

—El cliente es una piedra preciosa. Nuestro fin es que salga satisfecho, vuelva y lo cuente. En un restaurante tiene que tener el mismo peso la cocina y el trato al público y ésa es una de las claves de Becerrita, puesto que estamos en un lugar al que hay que venir en exclusiva, es un sitio muy de paso, y debemos dar argumentos a nuestros clientes para que vengan a vernos.

Perfil: Jesús Becerra es el pequeño de tres hermanos y lleva toda su vida en la Puerta de la Carne. Nació en la calle Muro de los Navarros y desde pequeño ha trabajado en esta zona de la ciudad, primero ayudando a su padre en Casa Becerra y luego dejándose la piel en Becerrita, donde lleva la gestión con escrupulosidad y esmero. Su padre le enseñó las claves del oficio y le marcó el camino en el mundo de la hostelería, al igual que hizo con su hermano Enrique, otro de los establecimientos emblemáticos de la ciudad. Por el momento no parece que ninguno de sus hijos, Jesús y Álvaro, vaya a seguir sus pasos, puesto que cursan estudios universitarios en Madrid y tienen un amplio horizonte por delante.

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