El hormigón que se entreve en las paredes al descubierto, el techo alto, la madera de mesas y sillas, y, ante todo, el impresionante jardín vertical que aporta el fresco verde al conjunto le da a la
Mamarracha ese aspecto urbanita que más parece de un local neoyorquino que de Sevilla. Pero el trato atento de los camareros o la guasa característica de aquí -esas camisetas con el lema «abrásame mucho»- son algo muy del sur.
Y eso de «abrásame» es precisamente por la brasa del josper donde cogen todo el sabor la mayoría de carnes, verduras y pescados que salen a las mesas. El carbón argentino de quebranto es uno de los culpables del éxito de los platos de la Mamarracha.
El pollo de campo al ladrillo, con la piel crujiente y el gusto que da el fuego, está espectacular. También los mejillones de Bouchot con salsa diabla o las costillas de angus americano, entre otros. Sugerencias que se pueden acompañar por guarniciones variadas que van desde las patatas fritas o las verduras asadas a las espinacas a la crema.
La carta se completa con platos más elaborados como el tiradito de salmón con salsa ponzu y cacahuetes o la ensalada de remolacha asada con queso de cabra, fresas y pistachos, donde siempre están detrás Genoveva y Juanma, la pareja que lleva la batuta y que irrumpió en el centro con el éxito de
Ovejas Negras.