Tabernas históricas de Córdoba (I).Taberna San Miguel (Casa el Pisto): un pedazo de la historia reciente de Córdoba

El Abuelo por parte de padre, Rafael López Casares, regentó El Pisto en la calle de Enmedio. El abuelo por parte de madre, Francisco Acedo, regentó entre otras la Casa Paco Acedo al lado de la Torre Malmuerta. Del primero vino José López y del segundo Loli Acedo, los responsables de esta Taberna San Miguel ‘Casa El Pisto’, ambos ya fallecidos (y ella la primera Señora de las Tabernas). Desde hace años la dirige Rafael López Acedo y sus hermanos, y además cuenta ya con una nueva generación trabajando en sus fogones. Cuatro generaciones en total que han sumado, se suceden y aseguran la continuidad de una de las tabernas con más solera de la ciudad y desde luego de las más conocidas dentro y fuera de Córdoba gracias a su aparición en numerosas guías.
La historia de El Pisto es la de ir «poco a poco», como cuenta López Acedo. El lugar arranca en 1974, procedente de costumbres distintas, pues antaño a la taberna «la gente iba a beber vino y aguardiente, además casi todas eran estancos y en ellas se intercambiaban los cigarrillos con las cartillas de racionamiento». Eran tiempos de carestía y los ciudadanos no gastaban fuera de casa. Así fueron las tabernas de sus abuelos, con la pequeña excepción ocasional de El Pisto original, que al estar cerca de Caballerizas Reales, entonces depósito de sementales, contaba con algún encargo culinario. Pero sólo al final de la dictadura las tabernas se van animando a ofrecer paulatinamente una verdadera carta.
Y pasito a pasito, como se fue también cambiando su patio interior «esto no era así, estaba encalado y abierto por arriba», la taberna de antaño dio paso a la taberna del presente, que decidió quedarse quedarse con el nombre de la que sucedió, Taberna San Miguel, pero también con el apodo del abuelo paterno, El Pisto.

Y sobre ese apodo hay varias versiones. La ordinaria es que procede sencillamente y sin más líos del nombre de la taberna del Alcázar Viejo. Pero el autor de ‘Crónicas tabernarias’ Manuel Carreño (1912-1992) dice que venía del apodo del tatarabuelo del actual responsable, que según el cronista «era el santero que cuidaba la ermita que hay en el arco de las Caballerizas Reales». Pero aquellos que conocieron a Carreño también hablan de cierta creatividad fruto de su vida bohemia…o muy bohemia. Por lo que López Acedo no cree esa versión, pero sí ha oído otra: «había un sobrino de mi abuelo que de chico no sabía pronunciar “tito”, y le puso “pito” y ahí se quedó y pasó a pisto». Sea como fuere pisto se quedó
El inmueble, y conservan las antiquísimas escrituras, era la casa de una familia en 1848, y ya pasó a uso de taberna en 1880, por lo que se considera la más antigua o una de las más antiguas de Córdoba. Manolete, que nació en la cercana calle de Torres Cabrera, iba de pequeño al lugar junto a su tío, tan exageradamente supersticioso que entraba por la puerta principal y salía por la de servicio. «Esa de ahí», señala López Acedo. En su honor hay un rincón dedicado a su figura. En otro de los reservados hay un busto de Julio Romero de Torres, otro cliente de la pretérita taberna, en la que por cierto se fundó el Club Guerrita.
La fama culinaria del lugar se debe a la mano en la cocina de Loli Acedo, que ha dejado impronta. Y ahí está, cómo no, su pisto, cuyo secreto en freír cada producto separado. Pero además es el sitio adecuado para degustar los grandes clásicos de la cocina cordobesa: flamenquín, rabo de toro y salmorejo. Dentro de la carta, toda ella recomendable, no hay que olvidar que de lunes a viernes hay siempre un guiso distinto, desde potajes a estofados o fideos a la marinera.
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