Restaurante Cibeles: cuando el continente también importa

En el ya lejano año de 2002 dos jóvenes cordobeses, Javier Castro y Coqui Ochoa, emprendedores apasionados y atrevidos en el mundo gastronómico de la época, iniciaron la aventura de crear su propio restaurante: El Alma. En los albores del nuevo milenio las cocinas de vanguardia y las de fusión que estaban pululando por el resto del reino, no se hacían notar en Córdoba. Con sutileza y sin grandes alharacas propusieron una carta moderna con aires de fusión magrebí, pionera en esta ciudad. Por desgracia la crisis económica acabó con su magnífico proyecto y al pisar de nuevo donde antaño estuvieron es inevitable que afloren gratos recuerdos.

En este mismo lugar de la calle Teruel se ha inaugurado, hace unos meses, la nueva andadura del restaurante Cibeles , manteniendo el concepto general de su cocina pero dando un vuelco al ambiente del local. Ha sido diseñado con colores cálidos, blancos y toques de azulón; predomina la madera clara bajo la influencia del diseño nórdico, tan actual en la hostelería de nuestro tiempo.

Al fondo un comedor mediano, más formal, con mesas de madera sobre peanas clásicas, acompañadas de unos sillones modernos, de aire colonial, que aligeran el conjunto. Delante una esplendorosa barra ancha y de inmaculada blancura donde impera el bullicio y el desenfado. Qué alegría da ver resurgir las barras abarrotadas de gente que beben y conversan . Y fuera, su magnífica terraza que como su vecino El Envero se cobija bajo los soportales vegetales de esta parte de la calle. Todo un lujo de bienestar.

Su carta, de corte tradicional, ofrece un abanico de opciones para todos los gustos. Aquí es muy demandada su ensaladilla de gambas que alberga un discreto misterio: es de gambas, no se ven las gambas pero sabe a gambas. Y la verdad es que está muy rica. Le falta encarecidamente mejorar su presentación pues la sirven tal cual ha sido compactada en la cocina. Un aforismo atribuido a Apicio, gastrónomo romano del siglo I, dice que: “todo plato se saborea primero con los ojos”; aunque hay quien piensa que la “buena comida” debería hablar por sí sola.

Se aconseja probar el pavo en escabeche, bien cortado y presentado con el colorido que aportan sus verduras, sin duda uno de los mejores de la ciudad . Entre los fritos destacan unas crujientes gambitas que demandan la mejor de las cervezas. La presa ibérica a la plancha se sirve en bastoncitos muy agradables de comer, lástima que el exceso de cocción disminuya la jugosidad de un producto, por otra parte, de inmejorable calidad. El servicio, bastante desigual, se esfuerzo con esmero por agradar a los comensales. La confluencia de sus tres espacios da a su ambiente, por el trasiego de clientes, muchos habituales de la casa, una alegría general que deseosos estábamos ya de disfrutar. Si quiere salir a comer con su gente y además sentirse en un espacio agradable y animoso, no lo dude, este es su sitio.