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Gourmet IbéricoGourmet Ibérico: Vivir en un hábitat complejo

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El corazón de la Judería bombea tanto que resulta muy complicado encontrar un pálpito adecuado para salir de la postal y el tránsito lisonjero. Parada y fonda con tiento. Otra opción es la inercia de todos los circuitos turísticos que allá por el mundo funcionan. En Córdoba hay una ventaja, hay lugares que fiaron su plaza gastronómica a la credibilidad, y ahí siguen, aun representando un particular «Álamo» de la resistencia a los estereotipos que se huelen antes de dar la vuelta a la esquina.  ¡Cuánto mérito acarrean!

Llegamos al nudo gordiano. Al bullicio. Al point shop turist por antonomasia. Las probaturas han sido incontables; los aciertos, escasos. Es por esto que la apuesta es muy arriesgada si hablamos de gastronomía.

Y como en aquella película de Martin Scorsese («Five Points»), hay lugares de masa crítica y filo de navaja a los que uno se expone con valentía. Se la juega a cada segundo. Y uno de ellos es donde asoma el restaurante Gourmet Ibérico (Patio Romano) —cuidado con la apostilla, en una ciudad como Córdoba hay que dar pasos certeros en estos menesteres—.

Me gusta la entrada serena en la decoración. Claridad, que es lo que ahora se lleva. Sin abigarramientos. Hay turistas, pero no en jauría desatada. Hay templanza que contrasta con el ruido de afuera. Hay estancias para comer tranquilo. Se agradece. El servicio acompaña.

La carta es comedida con múltiples guiños cordobeses. Se explaya en las carnes, con sello autóctono de Los Pedroches. Se nota en su calidad y su tratamiento es correcto. Destacan la presa y las costillas de cordero lechal de las que disfrutamos (especialmente la primera). Hay esmero con el apellido «ibérico».

Los entrantes combinan el «abc» de la carta cordobesa (salmorejos, chacinas, ensaladas…) con algunos intentos de innovación discretos. Un parmentier con setas arriesgado en su planteamiento, pero no del todo bien resuelto en su textura o su mezcla con la yema del huevo que ha de obrar la transformación esperada. Las palomitas de langostinos se convierten en una propuesta creativa, por su presentación, aunque se echa en falta un mejor tratamiento en la fritura. Aún así, interesante. En cuanto a los pescados, tratamiento prudente con salmón y atún y lugar para el pescado de temporada. Se agradece. Y los arroces cumplen.

Los vinos son prolongados en su listado con múltiples referencias de Rioja y Ribera del Duero. Siempre un buen seguro de vida. Aunque me parece del todo acertada la introducción de Primogénito 2015, un tinto de Puente Genil que se empodera. Hacen falta más guiños así al maridaje con denominación cordobesa. Corrección en los postres. Gourmet Ibérico sortea el tópico con aprobado en un complejísimo hábitat.

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