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La Cuchara de San LorenzoLa Cuchara de San Lorenzo: El Rosetón culinario

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Teodomiro Ramírez de Arellano en su libro Paseos por Córdoba, publicado en la segunda mitad del siglo XIX, recomendaba una visita al barrio de San Lorenzo donde se paraba, de modo especial, en su iglesia fernandina cuyo rosetón, de influencia gótico-mudéjar, no se debe dejar de admirar.

Hoy día se puede hacer un homenaje a estos paseos añadiéndole una faceta gastronómica. Frente al pórtico de la iglesia nos encontramos Casa Luís que sirven unos de los callos más ricos y castizos de la ciudad. Unos metros más adelante en un pequeño ensanche se encuentra el restaurante La Cuchara de San Lorenzo.El local es pequeño, a usanza de los bistrós parisinos, aunque más modernizado pero de espíritu semejante. Cuando está completo, con mesas numerosas, el ruido puede ser algo molesto.

Buena parte de sus comensales son asiduos de la casa y se nota su aire de familiaridad. Como suele ocurrir con tantas cosas en esta ciudad este restaurante ha sido más alabado y considerado por los forasteros que por los propios ciudadanos. Aunque, por fortuna, las tendencias van cambiando.

Paco López, su chef, pertenece al grupo de jóvenes cocineros cordobeses (Kisco García, Daniel Martín, Periko Ortega o Antonio López entre otros) que, con sus estancias en los grandes restaurantes españoles de vanguardia, le dieron un nuevo aire a la cocina cordobesa de comienzos de siglo. Importaron los principios de los grandes maestros como Arzak, Ferrán Adriá, Dani García, Martín Berasategui, Santi Santamaría o Pedro Subijana: apreciar el producto de calidad, reducir los tiempos de cocción, aligerar las salsas y comedir la creatividad.

Su carta base, en una primera hojeada, es muy atractiva y sugerente. Se acompaña siempre de varios platos de productos del mercado del día, donde se incluyen guisos y arroces, que presto explica Narciso López, hermano del anterior y encargado de la sala donde el servicio se desenvuelve con rapidez y eficacia. La cocina elabora tanto platos tradicionales con otros más actuales y sofisticados dentro de la sobriedad que le caracteriza. No se trata de una amalgama de platos recopilados con criterios más o menos arbitrarios. Sus elaboraciones, en conjunto o singularizadas, resuman la personalidad del chef de excelente formación, coherencia y sentido propio.

De entrada sus mini patatas bravas son deliciosas; muy cremosas, van con una delicada salsa picante. Es imprescindible su salteado deverduras con distintas texturas acompañadas de un excelso jamón ibérico del Valle de los Pedroches. También hay que probar la ensaladilla rusa, tal vez de las más ricas  de Córdoba y, por supuesto, los  flamenquines de la casa, tiernos y sabrosos, al modo tradicional pero con una suave crema de parmesano. Para los más atrevidos un guiso de garbanzos, manitas y chorizo de chuparse los dedos. La oferta es muy variada y seductora, y las tentaciones múltiples. Y, por favor, no se olviden de los postres

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