La TinajaLa Tinaja: La brisa de la Campiña

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El Paseo de la Ribera se desarrolla, con discreción, sobre la muralla de encauzamiento del río Guadalquivir, en su margen derecha, a su paso por el casco viejo de la ciudad. Antiguamente se la conocía como Ribera de Curtidores, por los muchos establecimientos de este oficio que existían en el barrio.

En la actualidad los curtidores han sido sustituidos por los restauradores: bares, mesones, restaurantes e incluso discotecas proliferan por la zona para cubrir las necesidades de un turismo que la abarrota, sobre todo, los fines de semana.

El modelo de negocio, en este lugar, está mediatizado, por lo tanto, por la estacionalidad y las amplias variaciones de ocupación. Estas circunstancias marcan el tipo de comensal que en la mayoría de los casos es, podríamos decir, de «un sólo uso».

La Tinaja está ubicada en una casa antigua reformada con coquetos comedores de diverso tamaño; el mejor, sin duda, el más pequeño, al fondo, con una enorme ventana original que enmarca los primeros cerros de la campiña.

La decoración es muy ecléctica pero no resulta disonante, a pesar de la profusión de elementos decorativos y los contrastes entre los revestimientos de cada pared.

Su terraza es magnífica, un poco alzada, dominando el paseo, con el río y la campiña al fondo.

La carta es muy variopinta y amplia, con referencias para todos los gustos, destacando un pequeño apartado para los platos clásicos cordobeses: salmorejo, rabo de toro, flamenquín, etcétera.

El servicio recibe con suma afabilidad pero cuando el local y la terraza se llenan, las esperas se hacen interminables, incluso los aseos resultan insuficientes.

En cuanto a las cosas del comer: las sardinas marinadas son gustosas y se acompañan de un fino coulis de tomate que apacigua de forma satisfactoria la acidez del aderezo. Tanto el choto frito, como la perdiz escabechada o el flamenquín de jamón merecerían algo más de jugosidad. Las croquetas con avíos del cocido tienen un buen sabor que se ve entorpecido por un recubrimiento demasiado terso y diferenciado.

Aunque al final… un agradable verdejo (Embrumas de 2017), una concurrida y vistosa terraza sobre el río Guadalquivir, unos precios muy ajustados y una animosa conversación, en un día soleado, pueden ser más que suficientes para un día digno de recordar.

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