Mesón Los LobosMesón Los Lobos: lugar de culto al vino

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Tengo debilidad por este restaurante. Me casé en San Hipólito y es allí, en el Mesón Los Lobos, donde me tomé con mis amigos esa última cerveza en estado de soltero que casi todos recordamos (aunque por supuesto no añoremos…). Aparte de su fabulosa ubicación en la Plaza de San Hipólito, justo frente a la fachada barroca de la querida Real Colegiata del mismo nombre, llaman la atención fundamentalmente dos cosas. Por supuesto, su fabulosa zona de barra, con una gran mesa alta corrida donde disfrutar de un estupendo tapeo y, por encima de todo, la estrella del restaurante, la mesa situada en el extremo izquierdo de la sala, con capacidad para al menos siete personas, entre la magnífica colección de botellas de vino que atesora este restaurante.

Siempre que les sea posible traten de reservar esta mesa.

De martes a viernes, todos los mediodías tienen un plato del día, de cuchara, muy recomendable si el comensal no tiene que hacer excesivos esfuerzos físicos o intelectuales por la tarde. Dispone de una carta amplia, en la que aparte de unos buenos aperitivos, hay una oferta generosa tanto de pescados como de carne.

Entre los primeros, aparte de unas soberbias pijotas y una muy notable fritura variada muy lograda, destaca la opción de unos imponentes lomos de bacalao a la vizcaína, así como la lubina a la espalda. Las carnes son también una buena elección, sea lo elegido el cerdo ibérico, el cordero o el buey gallego; destaca un simple pero estupendo churrasco al ajillo así como los sabrosos riñones y las apetecibles mollejas: una media ración de cada es un acierto asegurado. Ofrece además este mesón la siempre agradecida posibilidad de pedir medias raciones de la mayor parte de sus platos.

Es habitual que en la carta incluyan algunas sugerencias de la cocina, entre las que merecen la pena un carpaccio de solomillo de buey gallego de gran nivel, la tortilla de collejas y otra de las atracciones del lugar, el chivo de Canillas al horno, plato de categoría, aunque más complicado para la mayoría de paladares.

Capítulo aparte merecen los arroces y el vino. Aunque no es posible en principio pedir raciones individuales, la idea de un arroz en Los Lobos es magnífica, tanto el de bogavante, el de carabineros como el más modesto pero igual de recomendable arroz de la casa, con carne y verdura. No defraudan jamás. En cuanto al vino, nos encontramos ante uno de los restaurantes en el que con mayor veneración se le trata, con muchas y variadas referencias, a precios muy sensatos, centradas en exceso, eso sí, en las inevitables DO de Rioja y Ribera.

Es, pues, una opción muy atractiva en el centro de la ciudad, en el que además el servicio es particularmente conocedor de la oferta, así como atento y profesional.

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