Restaurante Victoria 57Restaurante Victoria 57: La discreta elegancia

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Hace tan sólo unas semanas abrió sus puertas el restaurante Victoria 57 (por su ubicación en el paseo del mismo nombre); se encuentra enclavado en un paño de la antigua muralla califal en los aledaños de la Puerta de Almodóvar. Tiene una fachada muy discreta, casi imperceptible, nada estruendosa, que adelanta las intenciones de esta casa. A partir de un local ajeno a la restauración se ha construido todo el establecimiento, lo que habla de los esfuerzos de la propiedad que personalmente ha dirigido el diseño y la decoración de las salas.

Se ha creado un espacio que combina placidez y sentido estético. A la entrada una espaciosa barra facilita la espera y permite, sin tropiezos ni apreturas, acceder a una coqueta sala con ventanales exteriores, que hace las veces de reservado, o bien al comedor principal a cuya entrada se vislumbra la cocina.

Todo organizado con una ajustada racionalidad y funcionalidad. Sobre un fondo neutro destacan unas pinceladas de colores vivos sobre los asientos pegados a la pared; cuatro detalles decorativos bien seleccionados crean un ambiente apacible y cálido, suficiente para no interferir la comida y la conversación que en el fondo es lo esencial.

Dos magníficos profesionales, formados durante años con Antonio Canals en Picnic, se encargan de la sala de máquinas de esta casa: Salvador Jurado en la sala y Francisco Serrano en la cocina. Las raíces de su aprendizaje se dejan notar en una primera lectura de la carta.

Cocina clásica, que no añeja, adaptada a los tiempos actuales, reduciendo las grasas innecesarias y acortando los puntos de cocción. Impecables los calamares fritos, crujientes y jugosos y acertado el rosbif que recuerda al de su maestro. Productos de cercanía y de temporada como las habitas de Córdoba, recién entradas, que se presentan con todo su textura, arropadas por una melosa salsa que las envuelve y protege su característico sabor. El ceviche de lubina de excelsa calidad debe definir mejor su maceramiento. No así la ensalada de melocotones, rúcula, berros y parmesano, refrescante y plena de equilibrio.Para los amantes de la casquería éste es su lugar: sesos, riñones y callos de calidad y factura difícilmente superable. Los postres que empezaron titubeantes van adquiriendo poco a poco más entidad.

La carta de vinos, nada arriesgada, está confeccionada con sentido común, no hay novedades incalificables pero están todos los que tienen que estar, lo cual se agradece. Aún en pleno rodaje, se notan algunos leves chirridos propios de los comienzos que sin lugar a dudas, dada la solidez de sus profesionales, se irán limando con prontitud

En definitiva un restaurante de excelentes productos, bien tratados, que da lugar a unos platos muy sabrosos y apetecibles en un espacio ligero, confortable y apacible.

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