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Bar Juan CarlosEn Triana te le dan con queso

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Dice la leyenda que los bodegueros manchegos invitaban a degustar queso con aceite, de fuerte sabor y muy típico de la región a los marchantes de vino con el objeto de restar gusto al paladar y, de esta manera, vender vinos malos como si fueran de calidad. De ahí el refrán que titula este artículo. No es este el caso.

Juan Carlos, regenta una tasquita de las más peculiares de Sevilla. Todo en ella es peculiar, empezando por su mismo dueño, un tipo tranquilo al que pocas cosas parecen poder alterarle, entre ellas, que fumen en su casa o que le metan prisa y terminando por sus aromas a queso y cerveza. No es fácil llegar a la calle Febo.

Se accede a pié, en bici o en canoa a través del carril-góndola que conforman los charcos de las apresuradas obras de deconstrucción del barrio. Pero Triana siempre vale la pena.

Al Juan Carlos hay que venir sin ideas preconcebidas, es una tasca. Tasca donde se pueden degustar una interminable lista de quesos, la mayoría asturianos y una fantástica oferta de cervezas de importación. La barra la presiden una batería de grifos de cervezas poco habituales en Sevilla.

Juan Carlos atiende solo, está en su casa y pone música de los 70. Entre Dire Straits o Beatles, me inicio con la Voll Damm doble malta y una tabla de 6 quesos de más a menos pique. Afuega’l Pitu o Taramundi con nueces y avellanas, Bedon de vaca, Tetilla de Oscos, Gamonedo curado en aceite, Patamulo de León, el sabroso Pría ahumado, Peñamallera… la lista es interminable. Un paraíso para los “ratones” a los que nos gusta que nos la den con buen queso.

Juan Carlos asesora, si se le pregunta, sobre las cervezas. Así me dejo llevar por su fermentada cultura y combino quesos con joyas de Abadía como la Leffe roja de barril, un manjar para cerveceros o el suave sabor a miel de una Warsteiner, para combinar con un exquisito y agresivo pan de Cabrales con chorizo picante. La fiesta quesera sigue y de perdidos al río…Nalón, Juan Carlos me saca Pilsner Urquell y con la grata compañía de la rubia checa me aplico una de lacón a la gallega y otra exquisita chacina: chosco de Tineo, escuchando Redemption Song de Marley… De la nada, Juan Carlos compone un pulpo a la gallega de auténticos lagrimones, recuerdos de su época de propietario del Lar Gallego. Tiene las Chimay, Grimbergen, Spaten , Franciskaner y otras joyas de monjes cerveceros, servidas siempre en el cristal de la marca. Con la Budejovicky checa y un montadito de roquefort con pollo relleno termino, oyendo a Dylan recitar Desolation Row mientras el cielo de diciembre llora sobre la pobre Triana

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