Casa MolinaLo que no se puede hacer mejor

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Sevilla es una ciudad de dualidades y contradicciones: Belmonte y Joselito, Betis y Sevilla, canis y pijas, PP y PSOE, Zoido y Juaninasio… Últimamente esta recurrente afición por las discrepancias se ha cobrado una nueva versión, ahora en el mundillo tabernario: tabernas tradicionales o modernas llámense gastrobares, tapatecas, neotabernas… Que si el plato redondo, que si el cuadrado, que si la comanda escrita en la pared, que no, que recitada; el camarero enlutado o de blanco nuclear…

El cronista trae hoy la de cal o la de arena según se mire y se mete en un clásico de sevillanas maneras: Casa Molina. Tan del Tiro de Línea como el taller de Lucenilla o la cofradía de Santa Genoveva, así son los Molina desde que hace 50 años Jose María Molina García fundara este baluarte de la tapa cotidiana.

Sus hijos José, Antonio y Ángel regentan el negocio en el que trabajan desde que eran chaveas y se turnaban en el mostrador para ir al colegio. Con muchas fatigas se han ido quedando con la manzana entera y ofrecen un local amplio con un majestuoso mostrador de pino.

Aquí no hay sorpresas ni novedades, su comanda está más vista que el interviú de Marisol pero no por ello deja de ser tapeo de alta escuela sevillana. Si el barómetro de un bar sevillano es la ensaladilla, la de aquí es de notable alto; intensa y sin camelos. En los fritos se echa de menos su pollo, pero tienen un excelente guarrito frito, alitas de pollo y sus respectivas lagrimitas; todo ello bien fritito como lo acreditan su soberbio mero empanado o sus tiernos chocos. La cerveza es la Glacial de Cruzcampo perfectamente tirada como mandan los cánones, imposible quedarse con una.

El cronista se queda con sus espinacas o su chipirón plancha, que viene de serie con unas tiras de col aliñadas y un suave alioli. Perfectos. Tienen brasero de carbón auténtico y en él se trabaja el churrasco, el pincho de pollo o las costillas con ese punto único que da el humo.

Los Molina se conocen la faena de pe a pa y ofician igualados de pantalón gris y camisa clara manteniendo su espléndida terraza soleada, atendida y limpia. No olviden nunca sus guisos, sobre todo el cocido (la tapa que todo lo tapa), ni su arrolito de los domingos que es de los mejores de esta ciudad, donde es más difícil comer un buen arroz que una hamburguesa de antílope… Y cómo no sus serranitos, tanto de tamaño familiar como en modo montadito.

Si usted es más clásico que las camas de perilla y rehúye de las tapas raras y los recortes de cuernos con mermelada de pimientos, en el Tiro de Línea tiene su casa, porque como dijo el Gallo, clásico es lo que no se puede hacer mejor.

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