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QuitapesaresQuitapesares: «De tal palo, tal astilla»

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“Una taberna de las que ya no quedan en el centro, con tapas tradicionales a precios de siempre y sin mayor pretensión que la de acogerte bien”

Sus orígenes, como el de muchas familias bodegueras que llegaron a Sevilla, están en Manzanilla, Huelva. Su padre, Pepe Peregil, todo un personaje de la época, murió con las botas puestas y con muchas madrugadas detrás de la barra a su espalda: de su casa no se iba nadie hasta que no se quería ir – y eso, rodeado de buen flamenco y buen vino, nunca pasa – y su hijo, Álvaro, ha heredado, entre otras cosas, ese saber acoger del buen anfitrión y desde hace 25 años ejerce como tal al frente del negocio. El espacio se ha mantenido, gracias a Dios, imperturbable a la vuelta de hoja que han tenido que dar, con el maravilloso banco de obra, los azulejos en la gran barra de madera, fotografías que manifiestan el peso de la historia familiar, buen flamenco de fondo y varios tertulianos de su padre “acompañando al muchacho”. 

La pandemia ha hecho que lleguen las tapas a este tradicional despacho de vinos y palos flamencos de la mano de Ana, su mujer, quien entre los fogones y la barra reivindica el guiso de toda la vida, que esa es una de las – pocas – cosas buenas que nos vamos a llevar. Su carta no puede ser más clásica: bacalao con tomate, espinacas con garbanzos, menudo, mojama, chicharrones…y lo que a continuación les contamos.

Abrimos boca con una tapa de papas aliñás de Sanlúcar y unos higaditos de pollo de los que Álvaro siempre canta su secreto: un chorreón de vino dulce que los deja “de categoría”. La sangre encebollá, tampoco puede ser más buena y tradicional. Los huevos a la flamenca quitan penas, pesares y todo lo malo; a ese tomate le puedes echar lo que quieras. Las albóndigas de ternera con patatas paja están un poco especiadas de más pero, como hemos repetido en muchas ocasiones, si a la gente le gustan estos platos contundentes y sabrosos, no se hable más. Nos pasan por delante unas lentejas con setas y calabaza que nos quedamos con las ganas de probar, pero ya habíamos caído en la tentación de tres montaditos: el imbatible de pringá, el clásico de chorizo picante – tapa pendiente de ser declarada patrimonio material de la humanidad- y uno más original de cochinito con roque, todos en un pan crujiente, buenísimos. 

Quitapesares es de una de esas tabernas de las que ya apenas nos quedan en el centro, con tapas tradicionales a precios de siempre y sin mayor pretensión que la de acogerte bien y darte de comer en su casa con guisos caseros, Cruzcampo bien fría y manzanilla de Sanlúcar. Y, en la época que entra, con una de las mejores tapas de caracoles que se sirven en la ciudad. 

Quitapesares

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