Euleón
Su patria chica son las barras de los bares. En ellas se encuentra cómodo y es donde enhebra crónicas de ambiente con críticas imposibles. Sostiene contra viento y marea que el malajismo identifica a los buenos hosteleros. No es tan feroz como lo pintan.
Mentapicada
Dos y dos no son siempre cuatro. Sus críticas son concienzudas y ni olvidan ni disculpan un mal servicio. Más de doscientas a sus espaldas le ha dado una visión privilegiada de la mesa sevillana. Siempre dispuesto a poner sobresalientes pero pocas veces lo consigue. Y hasta tres veces vuelve a un restaurante antes de suspenderlo.
Gambas Blancas
Una fusión de paladares de Norte y Sur, enriquecido por un sinfín de viajes. La tranquilidad y minuciosidad dan sus frutos. Y si es acompañado de un buen vino, mucho mejor.
Pantagruel
La minuciosidad en la descripción de los platos, la seriedad y objetividad no están reñidas con la pasión y el conocimiento que le da su habilidad en la cocina. Y su maestría en el teclado.
El Gusanillo Voraz
Criado entre algodones -de azúcar- desde pequeño, dio el estirón pegado a las buenas mesas. Eso le permite comer sin medida, y medir -y evaluar- todo lo que come. Capaz de identificar hasta la última especia en un guiso y de darle vueltas a un pescado hasta aburrirlo. Los dulces son su pasión de repostero frustrado.
Percebeiro
Pese a su nombre es de la España interior. Y por ser de interior está deslumbrado por el marisco. Duro y seco en la crítica y, por eso, formativo y claro en las mejoras que siempre ve.
Alcaucil
Más tradicional que un pavía de bacalao, es habitual encontrarlo en buena y numerosa compañía, lo que le permite de una sentada probar la mitad de los platos de una carta.
Debarra
Toca todos los palos y lo hace, con virtuosismo poético, desde la sorpresa. Se atreve con lo que le echen y se lanza a por sabores complejos que descubrir -y describir- en cada establecimiento que visita.
Juncal
La experiencia, se mire como se mire, es siempre un grado. Y eso le permite retratar con sólo tres muletazos un sitio. Si, además, lo completa con esa memoria gustativa de la ciudad que posee, sus recomendaciones son para seguirlas.
Salerosa
Capaz de distinguir lo auténtico de lo impostado en un abrir y cerrar de ojos. Lo sabe todo de sabores y olores. Y, afortunadamente, pierde la fuerza por la boca, de lo contrario habría mandado a más de uno a los albañiles.