Restaurante Bar X: Un oasis de sabor en Cerro Muriano

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La historia del Restaurante Bar X arranca en el año 1937, «concretamente en el momento en el que mi abuela paterna, Encarnación Jurado Rodríguez, queda viuda con 5 hijos y aconsejada por la familia de su esposo se traslada de Villaviciosa a Cerro Muriano», rememora Juan José Obrero Castro, su actual propietario. Desde su llegada «la abuela Encarna» trabajó, compró y vendió, hizo y deshizo, abrió negocios, el primero en su propia casa donde admitía «huéspedes en familia», embrión primero del Bar X, en palabras de su nieto.

El establecimiento abrió sus puertas en Cerro Muriano a finales de 1939, cuando la letra «X» solo era eso, una letra, propia para un nombre curioso pero sin ningún otro significado.

Comenzó como una casa de camas y comidas.

Desde ese momento y hasta hoy, ha permanecido en manos de la misma familiaquienes van ya por la tercera generación al frente del negocio. En efecto, desde hace 25 años Obrero se encarga de la sala del restaurante y su esposa, Antonia Barbarroja Rodríguez, regenta los fogones.

Es un restaurante que ha fusionado tradición y querencia por la cocina y el producto asociado a Sierra Morena. Ofrecen un ambiente más refinado y unas recetas actuales, más personales y sofisticadas, encaminadas a satisfacer con mayor eficacia las necesidades del mercado.

«Actualmente estamos trabajando una carta de temporada otoño-invierno en la que suelen destacar los platos de setas (revuelto de níscalos con ahumados y boletus Edulis con foie), los de caza (ensalada tibia de perdiz, lomo de venado con compota de manzanas y bellotas, etc.), explica su gerente. Pero que no se alarmen sus «parroquianos» porque clásicos de la casa como lomo de bacalao al gratén, lomo de atún en salsa de aceite de Oliva o el delicioso cochinillo Ibérico al horno siguen a la orden del día. Al igual que también se mantiene indemne su amplio surtido de postres caseros. No hay excusas, pues para no pecar con su tocinito de cielocon almendras o bien con su consolidado pastel de castañas.

Y es que el tándem Obrero-Barbarroja es todo un ejemplo de saber adaptarse a los tiempos. «Cerro Muriano en las últimas décadas ha sufrido varias circunstancias que han diezmado drásticamente su clientela potencial: cerraron las minas de fluorita, se profesionalizó el ejercito, se abrió la variante a la carretera dejándonos sin trafico, y lo peor de todo fue esta crisis económica que tanto se está alargando», explica Juan José.

Aún así, siguen al pie del cañón y para ello han optado por una propuesta gastronómica que fusiona pasado (mantienen varios platos que ya servía su fundadora, como el pollo al ajillo y los cardos esparragados) y futuro, aplicando las modernas técnicas de cocción, conservación y presentación.

El paseo hasta Cerro Muriano bien vale la pena. De su cocina salen piezas de carne originarias del Valle de los Pedroches: asados al horno como cochinillo, cordero, codillo, o bien en la barbacoa y a la piedra como es el caso de la presa, el lechón y el buey). Pero eso no es todo. En su afán por satisfacer a su fiel clientela, elaboran por encargo el cocido de tres vuelcos, las habichuelas con perdiz, migas o la aldereta con carne de Monte, entre otros manjares.

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