Triciclo de Madrid: Tan moderno como castizo

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Si cruzamos la cortesana Carrera de San Jerónimo, por detrás del museo Thyssen-Bornemisza, nos encontramos de frente con el emblemático y distinguido hotel Palace, donde por cierto vivió unos años, bajo el mecenazgo del banquero Juan March, el escritor y gastrónomo Julio Camba, personaje singular donde los hubiera. Cerca tenemos la taberna Dolores (fundada en 1908) desde donde, después del aperitivo, por supuesto con vermut de grifo, nos encaminaremos hacia nuestro restaurante en la calle Santa María, en el dignificado barrio de Las Letras. Debe su nombre a que en el siglo XVI fijaron en esta zona de la capital su residencia algunos de los literatos más destacados del Siglo de Oro español: Miguel de Cervantes, Quevedo o Góngora. Sin embargo la mayoría de los inmuebles son de finales del XIX y principios del XX.

Muchas de sus tabernas y restaurantes conservan sus fachadas primitivas lo que le confiere un apacible aire viejuno que incita a pasearse con tranquilidad.

El restaurante Triciclo es un lugar de estilo desenfadado con una barra bulliciosa a la entrada y un comedor, a la vuelta, más sereno. El crítico J.C. Capel lo definió como un restaurante hipster, por su informalidad, estética vintage y decoración sobria pero provista de un risueño aire hippy.

Su carta es muy versátil y con continuas incorporaciones; podemos encontrar platos más tradicionales, con su toque personal, con otros más viajados e incorporados de otras culturas. La mayoría de sus propuestas se sirven en medias raciones e incluso en tapas por lo que se puede montar una comida muy diversa y divertida. Sus propietarios, siempre en continua innovación, hacen buenas las palabras del crítico J. M. Vilabella —no hay que dejar de leer sus recientes memorias— cuando dice: «La cocina es algo vivo que tiene que migrar, como el pensamiento o las ideas literarias y artísticas. Si se queda inmóvil, se adocena, se acartona, chirría».

Al sentarse se ofrece a los comensales distintos tipos de panes para elegir: de tomate, aceite, semillas o blanco para los menos atrevidos. Son deliciosas las tortitas de maíz con guacamole que se sirven de aperitivo. Excepcional el ceviche de corvina por su frescor y suave aliño. Decepciona la ensalada de arenque donde el pescado carece de la textura necesaria, anunciando su falta de frescor. Por el contrario está muy rica la ensalada de oreja, crujiente y refrescante a la vez. Y no pueden dejar de probar sus saams (rollitos coreanos elaborados con hojas de lechuga); se recomienda elegir el de alitas de pollo cuyo delicioso aderezo chisporretea con suavidad en la boca.

En suma, una rica comida completada con un ilustre y cultural paseo por Madrid.

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