Córdoba se convierte en escenario de un documental para hablar de la comida de los legionarios romanos

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El programa, que presenta Jordi Corominas, realiza un viaje en el tiempo, usando el humor como vía para la divulgación y para dar a conocer la realidad de la vida de las personas corrientes, la intrahistoria. Los protagonistas, en esta ocasión fueron los legionarios romanos y gracias a la colaboración de los cordobeses Matías Vega y Alejandro Ibáñez se dará a conocer su alimentación en una fecha clave, el 17 de marzo del año 45 a.C. cuando tuvo lugar, no muy lejos de Córdoba, una batalla que decidiría quién tendría el poder absoluto en Roma. Ese día se enfrentaron trece legiones pompeyanas contra las ocho de César, que además de hallarse en inferioridad numérica tenían que atravesar un río para poder atacar a sus enemigos, bien atrincherados en una colina.

Los legionarios comían, normalmente, tres veces al día, pero solo se sientan a comer al final del día en la cena. El agua que toma el romano se toma en forma de refresco al que llamaban posca, agua potabilizada con vinagre y sal a la que le añadían también algunas hierbas que tuvieran a mano. En el ejército el vino estaba prohibido. Los jefes sí lo tomaban, pero siempre rebajado con agua o miel. En la cena sí comían algo caliente, casi siempre legumbres, lentejas la mayoría de las veces. La carne que comían en su mayoría procedía de los restos de los sacrificios realizados en honor a los dioses, bueyes y vacas. En la última parte del imperio romano, cuando el cristianismo toma más protagonismo y se eliminan los sacrificios el consumo de carne de cerdo se dispara, porque era un animal del que se aprovechaba todo.

El arqueólogo Alejandro Ibánez y el chef Matías Vega

En batalla comían el bucellatum pan muy reducido, es un pan que se vuelve a cocer y queda como una galleta dura, lo que podemos entender como una regañá, a la que añaden aceitunas negras, especias y en ocasiones hasta raíces. Este tipo de pan aguanta hasta un mes y el soldado la lleva en su mochila era la barrita energética de la época. También tomaban garum, una salsa de pescado, de origen gaditano, hecha con pescado pequeños- jureles, sardinas, boquerones e incluso atún- que se mezclan en un tonel con sal e hierbas y se deja fermentar al sol. Se produce una salsa que como el aceite de oliva tiene luego distintas prensas y finalmente queda como una pasta también muy energética.

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