La Bodeguita Antonio Romero

Antonio Romero: "La estrella de nuestra casa es ahora mismo el piripi"

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Hijo de Antonio Romero es heredero de la casa madre que en los setenta y los ochenta, en General Polavieja, era parada obligada de universitarios, políticos, sindicalistas y gente del pelo largo que bebía en vaso de cubata las mistelas. Hoy la bodeguita Romero despacha en Antonia Díaz.

—¿Qué recuerda de la casa madre, de la bodeguita Romero de la calle general Polavieja?

—Yo era pequeño entonces. Pero tengo grabado una serie de cosas…

—Por ejemplo: la gente bebiendo mistela en vaso de cubata y muchas avellanas (arvellanas) para entretener la mandíbula…

—Exactamente. Se trabajaba mucho el Delicia, un oloroso dulce que nosotros mezclábamos con uno seco y se pedía así: un Delicia. Lo servíamos en vaso largo con sus avellanas

—Por las tardes se reunía allí media universidad y parte de la movida política sevillana.

Todos locos por ligar…

—Muchos amigos de mis padres me lo recuerdan. Allí, en aquella bodeguita Romero, conocieron a las que hoy son sus mujeres.

—Yo llegué a ver en más de una ocasión a Guerra y a muchos sindicalistas de entonces…

—Yo no los recuerdo. Era demasiado pequeño. Pero me decía mi padre que paraba mucho el alcalde de Sevilla de entonces, Alejandro, y el actual pero en joven, de estudiante.

—Pero los sindicalistas han pasado de las avellanas al langostino. Por los “berberechos” de los trabajadores diría alguno…

—(Risas).

—A la casa madre la definiría usted como taberna sevillana?

—Sí. Era pequeñita, con un frente con dos bocoy, su mostrador de madera y se trabajaba en la calle. Todo la bodeguita era la calle general Polavieja.

—Por qué habían dos jaulas de perdices en las paredes?

—Porque el abuelo, Antonio Romero, era muy aficionado a la cacería. Mi abuela es la que más pájaros ha pelado del mundo entero.

—Qué guarda en herencia la Bodeguita Romero de Antonia Díaz de la casa madre?

—La esencia. Mi padre la abrió, trabajó en ella y le infundió el espíritu de la casa madre pero con su versión actual. Y nosotros seguimos esa senda.

—Pero hoy la gente no quiere ni avellanas ni mistela en vaso largo. ¿Qué pide la gente en su bodeguita de Antonia Díaz?

—Es verdad. Ahora mismo la gente lo que demanda es mucho tapeo, mucho plato para compartir. Y un montadito que es la estrella de la casa: el piripi.

—Y qué es el piripi…

—Un montadito que lleva queso, bacon, filete de lomo, tomate, mayonesa y nuestro secreto. Que hay hasta espías de la CIA detrás de la fórmula.

—Te tomas dos piripis y le das 20 vueltas a la Palmera…

—(risas). Por lo menos.

—Es el emblema gastronómico de la casa. ¿Cuántos puede usted despachar en un fin de semana?

—Ufff. Un día de Semana Santa del orden 700 u 800 montaditos.

—A mí me han dicho que están tan buenos que hasta el Caifás de San Gonzalo, a la vuelta por el Arenal, se baja con un relevo para hincarse uno a la salud de Sevilla…

—Eso es verdad. Y se jinca tres o cuatros. Yo lo he visto en la tercera fila de barra. Esperando su turno con la calculadora.

—Y otro que pierde el norte con el piripiri es Morantes…

—Y Fran Rivera, Curro, Antonio Ordóñez cuando vivía…todos le cortaban oreja y rabo al piripi

—Que buenas tardes de toros se deben echar en esa bodeguita cuando los toros han terminado. ¿Alguna anécdota taurina?

—Cuando los toros son malos la gente entra y se alegra. Y cundo la tarde ha sido buena he visto salir de aquí hasta gente a hombros. Aquí siempre sale el sobrero y se remata la tarde.

—Dígame; el piripi va mejor con Cruzcampo, con rioja o con bitterkas?

—Con cruzcampo va muy bien. Tampoco va mal con una copita de Luís Alegre.

—Lo sabía. Es que en Sevilla el que no bebe Cruzcampo es que no bebe cerveza…

—La gente es de la Cruzcampo. Le gusta una buena cerveza fría. Y todos piden Cruzcampo

—Ustedes también tienen el filtro ese que la pone helada.

—Si, si. Sale glacial. Y al que le gusta la cerveza no le importa que sea invierno. La pide fría y luego se pone el abrigo.

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