Javier De Rueda, copropietario de El Rinconcillo: «Me dan la lata las tertulias de política»

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Al hacer la compra, siempre olvida…

El precio.

Puestos a maridar, ¿con qué no se casa usted?

Con el maridaje de pescado y vino tinto.

En su mesa nunca falta…

Cuchillo y tenedor.

¿Asar, freír o cocer?

Asar, ya sea pescado o carne.

De todas las especias de la cocina, ¿cuál se llevaría a una isla desierta?

El romero.

Su bocadillo favorito es de…

Jamón.

A usted, ¿de qué le dan la lata?

Me dan la lata las tertulias de política.

Foto: J. M. Serrano

Si se derrama vino en la mesa, ¿qué hace?

Cambiar el cubremantel y si hace falta el mantel.

Improvise una cena en un periquete…

Jamón, gambas, lubina, solomillo de Retinto y queso con cabello de ángel.

Su bar de siempre, al que siempre vuelve…

El Rinconcillo.

Un amigo en esta profesión…

Mi hermano Carlos.

Una tapa clásica que le da pena que esté desapareciendo.

La sangre encebollada.

Una tapa moderna que no debería existir.

No me cargaría ninguna, cuando están es porque tienen demanda, otra cosa es que yo las pusiera en mi carta. El problema muchas veces no está en el producto que emplean, sino en la forma en que lo cocinan.

El final más dulce que recuerda…

Un tocino de cielo que tomé en un restaurante de Jerez.

¿Quién es Javier De Rueda?

Foto: J. M. Serrano

Javier es de ascendencia cántabra y, aunque nació en el sur, aún conserva pinceladas de la seriedad del norte. Pero su corazón es sevillano. Y se le nota cuando habla de la ilusión que tiene porque reabran cuanto antes su vecina iglesia de Santa Catalina para que su Hermandad de La Exaltación pueda regresar a su templo. Teniendo los antecedentes familiares que tenía, era difícil que su destino no acabara entre vinos y tapas, una vocación que llamó temprano a su puerta. Estudió en la Escuela de Hostelería Heliópolis y después hizo la diplomatura de Turismo. Trabajó en agencias de viajes y hoteles hasta que su hermano Carlos le llamó para que le acompañara en el negocio familiar. No pudo, ni quiso, decir que no. Desde el 98 se entrega en cuerpo y alma a ese legado centenario que gestiona su familia desde 1864, El Rinconcillo en Sevilla, y junto a su hermano ha transformado un espacio dedicado al vino y al tapeo ligero en todo un restaurante, referencia de las tertulias más clásicas de la ciudad y un imán para todo el foráneo que busca la Sevilla más auténtica.

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