Sagas familiares: Confitería Lidia, cuatro generaciones endulzando Sevilla

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La familia Gavira derrocha dulzura por los cuatro costados. No solo porque casi todos sus miembros (y no son pocos) llevan el recetario de Confitería Lidia grabado a fuego, sino porque funcionan con una precisión y una entrega que deja buen sabor de boca a todo el que los conoce. Si se acercan fechas de gran demanda de dulces, como el Día de Reyes, todos acuden a la llamada de la sangre y echan un cable en el obrador amasando u horneando algunos de los cientos de roscones que preparan.

La cuarta generación echando un cable

Si se precisa ayuda extra para hacer frente a un gran pedido, desde el más pequeño hasta el mayor se ponen manos a la obra, todos capitaneados por la gran matriarca que ha sabido transmitir su amor por los dulces a todos y cada uno de sus descendientes. Esther Vaya, nombrada “Hija adoptiva de Triana” el pasado año, está oficialmente retirada del negocio, aunque su retiro es una pura formalidad, ya que cada día supervisa que todo fluya correctamente, que no se descuide nunca la atención al cliente y que se siga ofreciendo al público lo mejor.

Pilar, Esther, Rocío, Germán y Joselito

“Siempre les digo que no envuelvan dulces que no estén perfectos, porque si las cosas se hacen bien, hablarán bien de nosotros, pero si se hacen mal, hablarán mal”, dice Esther desde la experiencia que dan los años.

Su marido heredó la pasión por la repostería de sus padres, que tenían negocio en el Turruñuelo. “Mi suegra iba con los dulces en un canasto y los vendía”, recuerda Esther Vaya, que ha vivido la evolución de Confitería Lidia durante el último medio siglo. Para ella, todo sigue igual que aquel 4 de enero de 1967 que abrieron por primera vez, aunque lo cierto es que en estas décadas hay algunas cosas que han cambiado.

José Gavira, fundador de Confitería Lidia

En 2015 cerraron unos meses para llevar a cabo una reforma del local, actualizando algunos aspectos pero sin varias la imagen del establecimiento. Una de las cosas que permanece es la atención con todo el que llega. “Siempre insisto en que en cuanto entra alguien por la puerta hay que saludarle y decirle que enseguida se le atiende, aunque haya cola”, sentencia la matriarca de esta gran familia.

Ocho hijos

Esther Vaya enviudó pronto y sacó adelante a sus ocho hijos ella sola, inculcando en todos ellos un gran sentido de la responsabilidad y del trabajo bien hecho. Su generosidad de madre le llevó a abrir 8 confiterías en Sevilla, una para cada uno de sus hijos, pero finalmente quedó la matriz porque era complejo mantener la misma línea en tantos establecimientos. En la actualidad son Germán y Pilar los que están al frente del negocio, aunque en otros momentos han sido otros de los hermanos los que lo han hecho. Todos tienen formación al margen de la confitería, muchos de ellos estudios superiores, pero todos y cada uno se defiende en el obrador igual que lo hizo su padre, José Gavira.

Aunque el día que GURMÉ queda con esta familia de confiteros tan solo puede acudir una parte de ella, todos podían salir en esta foto, puesto que de alguna manera siguen formando parte del negocio. Lidia, Patricia, Rocío, María José, Sofía, y David son el resto de hermanos que tienen los actuales gestores del negocio, cuyos hijos se unen cuando se precisa a este museo del azúcar trianero. “Cuando salen del colegio suelen venir y si hace falta echan un cable, si no les damos que probemos algo de lo que estamos haciendo para que entiendan los sabores, pero todos conocen el recetario y la forma de trabajar que tenemos”, dice Germán.

Joselito, con tan solo 12 años, es una gran promesa de esta saga repostera, puesto que conoce al detalle las medidas, los ingredientes y las técnicas de elaboración de sus principales recetas, entre las que se encuentran las de toda la vida y otras más actuales. Cortadillos, sultanas, leche frita, buñuelos, tocinos de cielo, tartas… el repertorio es amplio y apetecible de principio a fin, puesto que siempre tienen en sus vitrinas llamativas creaciones que son toda una provocación para los golosos, como su maxipalmera de chocolate.

Tocinos de cielo

Cuando empezó el negocio, hace ya 51 años, no disponían de los frigoríficos que en la actualidad permiten almacenar y refrigerar decenas de creaciones pasteleras hechas a base de nata o de crema. “Aunque nos gusta mantener las recetas antiguas también nos actualizamos con otras más recientes que emplean esos ingredientes”, asegura Germán.

Producto estacional

Su hermana Pilar insiste en que el producto estacional es clave en Sevilla: los huesos de santo en otoño, los dulces navideños en diciembre, el Roscón el día de Reyes, los pestiños y torrijas en Cuaresma, el buñuelo en Feria… Eso sí, llega el verano y a Sevilla se le quitan las ganas de dulce. “Al final hemos optado por cerrar julio y agosto”, explican.

Torrijas de Confitería Lidia

Conscientes de que la mayoría de las grandes confiterías tradicionales en Sevilla han acabado cerrando, esta familia se aferra a su amor por lo que hacen como gran argumento para seguir abiertos. Para estos hermanos, su principal atractivo para el público reside en mantener las recetas antiguas que siempre han gustado en Sevilla y el respeto por la calidad del producto, además de la honestidad en lo que hacen. “Tenemos el obrador a la vista y eso transmite transparencia, hace entender al cliente que lo que compra es fresco y está hecho aquí, algo que todavía se valora frente a la invasión de la bollería industrial”, indica Germán.

Pilar concluye la entrevista indicando que son muchas las horas que hay que dedicar a un establecimiento como Confitería Lidia, un esfuerzo permanente porque abren a diario en horario de mañana y tarde. Eso sí, saben que si alguna razón de fuerza mayor les impide acudir al establecimiento, hay un buen número de Gaviras en el banquillo dispuestos a aportar su grano de arena para que esta confitería trianera siga cumpliendo años en San Jacinto 90.

Pilar Gavira

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