La Bodega de Salteras: «En la ciudad de las brasas»

«Aquí hay que empezar siempre por sus papas arrugás y su increíble mojo picón»
Si Estepa es la ciudad de los mantecaos , o Castilleja la ciudad de las tortas, Salteras bien podría ser conocida como la ciudad de la carne a la brasa por el número de restaurantes que sirven ese otoñal manjar. Al nombrar alguno de ellos se nos hace la boca agua: La Resolana, Las Palmeras, Los Macías, La Viña… pero La Bodega de Salteras tiene el mérito de haber sido el primero, el que hace cuarenta años se dio cuenta del potencial que tenían las carnes de cerdo preparadas a la brasa. Desde entonces se han tenido que trasladar y agrandar sus instalaciones hasta en tres ocasiones hasta su ubicación actual. Y si es verdad que ha perdido en autenticidad —cómo se echa de menos una buena barra antigua— también es cierto que ha ganado en comodidad (por el aparcamiento, por los techos altos…) aunque a veces te de la impresión de estar en un lugar de celebraciones (que también lo es). Mesas, por lo demás, bien vestidas y agradables.
El servicio, salvo porque va de negro, es de los que trabajan rápido pero te escuchan y te asesoran —y, lo que es más importante, te paran si se te va la mano pidiendo por eso del hambre que a uno le da imaginarse lo que va a comer y porque uno no termina a acostumbrarse a los tamaños de las raciones que sirven en nuestra provincia—.
Cuando se viene aquí hay que empezar siempre por sus papas arrugás y su increíble mojo picón . Sólo con estas dos cosas se podría recomendar este establecimiento. A partir de ahí hemos pedido hoy dos entrantes: unos correctos «chanquetitos» con pimientos y huevo y sus justamente famosas croquetas de cola de toro , que van bien acompañadas por una salsa de pimiento. Tarde nos hemos dado cuenta de que había también una tosta de presa ibérica y queso gratinado que hemos dejado escapar. Pero como por carne no iba a ser hoy hemos tomado el originario churrasco de cerdo con patatas fritas —cuando la brasa es buena la carne siempre sabe buena— y una pechuga de pato al horno , servida en lonchas que mantenían en su punto su sabroso tocino y que es lo que más nos ha gustado hoy. Bueno, en realidad lo que más nos ha gustado es su espectacular mousse de chocolate con la que hemos terminado hoy: de las mejores que hemos probado en Sevilla en mucho tiempo, y eso pese a llegar demasiado «adornado».
Nos vamos contentos. Es curioso, aunque llevan tiempo metiendo carnes de vacuno y maduradas en la casa uno cuando viene aquí se olvida de todo lo que no es cerdo y las papas, en cualquiera de sus versiones.
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