Animalario, con tres premios, contrarrestó los tópicos de la gala de los Max
Las comparaciones son odiosas, pero en este caso inevitables. En los Goya, todas vestían de alta costura. En los Max... Estética farandulera. Carlos Álvarez Novoa, que presentaba la gala con María
Las comparaciones son odiosas, pero en este caso inevitables. En los Goya, todas vestían de alta costura. En los Max... Estética farandulera. Carlos Álvarez Novoa, que presentaba la gala con María Galiana, trató de hacer frente común: «Esto de que las galas estén tan cerca, nos acerca». Pero salvo Belén Rueda y Alberto San Juan, apenas hubo coincidencias. Eso sí, sin Corbacho el Lope de Vega de Sevilla pudo meterse en honduras. Lo primero que hizo, de hecho, fue escuchar a la cantaora Esperanza Fernández por toná. Fuera trivialidades. El que se quiera tragar esto, que lo demuestre. Y entre coreografías de Ramón Oller con cantes de Carmen Linares se llegó a la primera manzana. La ganó Luis Delgado por «Un enemigo del pueblo». Mejor composición musical. Manuel Gas siguió llenando el cesto con el premio al mejor director musical. Y Mar Gómez le arrebató la gloria a Eva Yerbabuena y Blanca Li por «Dios menguante» en la categoría de mejor intérprete femenina de danza.
Tres manzanas y un pero: todavía no había ganado nadie que estuviese en el teatro. El bailaor gaditano Juan José Jaén El Junco rompió esa tendencia. «A ver si me llevo algo», confesó a la entrada. Y se lo llevó. El que ha sido primer bailarín del Ballet Flamenco de Andalucía hasta hace unos meses encontró un empujón inesperado para su incipiente aventura en solitario. Todo lo contrario que la veterana Blanca Li, que a quien empujó fue a la consejera de Cultura de la Junta: «Quiero dedicar este premio a Rosa Torres», dijo cuando levantó el galardón a la mejor coreografía por «Poeta en Nueva York» tras dejar en la cuneta a Cristina Hoyos y Eva Yerbabuena. ¿A Rosa Torres? Ayuda electoral. El autor Juan Mayorga se rebeló con el título de la obra por la que cazó el premio a la mejor adaptación teatral, «Un enemigo del pueblo». «Estamos aquí para reivindicar enérgicamente que el mundo de la cultura está sufriendo un ataque desmedido e inusual y estamos aquí para defender los derechos de autor», arguyó Teddy Bautista, el mandamás de la SGAE. Qué flamencura. Puro romancero gitano, que por algo se bailó antes del premio al mejor autor en castellano. Doblete de Juan Mayorga, «El chico de la última fila». «Si siempre es justo compartir el premio con los rivales, tanto más ahora que son Ernesto y José». Ernesto Caballero y José Sanchís Sinisterra aplaudieron. Qué remedio. Tan obligados como cuando el público tuvo que «premiar» la saeta que cantó Vicente Gelo desde un palco del teatro mientras varios actores construían un paso de palio con sus cuerpos. Y eso que el alcalde de Sevilla acababa de decir que «las apariencias engañan y los tópicos no valen. Sevilla es un crisol de culturas y lenguajes, es una ciudad idónea para la gente que piensa distinto». Pues tome usted ahí un topicazo para que se harte.
Del palio a la pornografía
Así que tuvieron que ser los premios quienes vinieran al rescate de la gala de José María Roca. Porque la ración de pornografía explícita que ofrecieron dos muñecos concupiscientes terminaba de extremar un pastiche que no tiene nombre si se tiene en cuenta que el siguiente galardón era el de mejor espectáculo infantil. Un lío. La provocación como santo y seña del teatro. «Pequeños paraísos», de Aracaladanza, trajo la cordura. Y Carles Canut la volvió a alejar al expresarse en catalán para recoger el galardón al actor de reparto. Gloria Muñoz no pudo empatarle como mejor actriz de reparto porque no asistió. No era noche de empates. Alberto San Juan no consiguió igualar su Goya del domingo. Francesc Orella le arrebató la gloria -pese a su discurso político- y se encargó de que Juan Echanove no triunfara en «mi casa, Sevilla». El mejor actor fue el protagonista de «Un enemigo del pueblo», que a la chita callando se había situado en lo más alto del podio con tres premios. La que sí se empató a sí misma fue Belén Rueda, que volvió a quedarse de brazos cruzados cuando se publicó el premio a la mejor actriz. Vicky Peña, por «Homebody / Kabul», dedicó sus laureles a quienes defienden «que su opción sexual o religiosa es la suya sin que nadie les imponga nada desde los integrismos». Quien no reivindicó nada fue Andrés Lima, mejor director, que vio como un motorista pizzero le quitó el sitio para dar el galardón al mejor espectáculo de danza a «Escupir en el tiempo», de Erre que Erre.
Eva Yerbabuena, que en eso
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete