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Ana M.ª Matute: «Escribir siempre es una forma de protesta»

Un salón de actos de la E.T.S. de Ingenieros lleno hasta la bandera recibía ayer con un caluroso aplauso a la escritora y académica Ana María Matute (Barcelona 1926), encargada de inaugurar la segunda

Un salón de actos de la E.T.S. de Ingenieros lleno hasta la bandera recibía ayer con un caluroso aplauso a la escritora y académica Ana María Matute (Barcelona 1926), encargada de inaugurar la segunda edición del encuentro «Factor Humano», organizado por el Secretariado de Promoción Cultural de la Hispalense. «¿Qué cabe esperar?» es la interrogante en torno a la cual gira este encuentro pluridisciplinar que no pudo tener mejor apertura.

Ayudada de una muleta y de su presentadora, Mercedes Comellas, la autora catalana encandiló al joven auditorio con sus recuerdos, su sentido del humor y fina ironía. Más que una conferencia, Matute fue hilvanando retazos de su vida y de su experiencia como escritora a partir de una charla que Mercedes Comellas quiso iniciar con un fragmento de «Los niños tontos», leído por la propia autora, quien reconoció su interés por el mundo infantil, para el que ha escrito numerosos cuentos, aunque también hizo una precisión: «No me gustan todos los niños, hay muchos que son repelentes».

El trabajo de los traductores

Ana María Matute presume de no ser una erudita, si bien subrayó el trabajo de los eruditos, así como la labor silenciosa, fundamental y no siempre valorada, de los traductores. De hecho sus libros han sido traducidos a diecisiete idiomas diferentes. «He tenido muy buenos traductores», aseguró de buena tinta, sin importarle decir que lo afirma «porque me lo decían; ¡yo qué voy a saber!...», contestó entre aplausos al ser interpelada por una persona del público, haciendo ver que ella sólo tiene conocimientos de francés e inglés.

Su dilatada trayectoria literaria comenzó a la temprana edad de cinco años cuando escribió e ilustró su primer relato. Con 17 tenía ya su primera novela, que no se publicó hasta ocho años después. Cuenta en su haber con numerosos reconocimientos y premios, entre ellos el Nadal, el Planeta, el Nacional de Literatura o el «Café Gijón», de 1952, que le trajo al recuerdo el ambiente que entonces se vivía en este emblemático establecimiento. «Fui por primera vez de recién casada, y me dije: ¿esta gente son los escritores?, ¡ay, qué pena!. Salvo algunas excepciones, iba cada uno...».

Como novelista y persona confiesa que se ha sentido siempre «muy poco incorporada al mundo que me rodea; ha sido como una lucha cuerpo a cuerpo. Sin embargo, eso no me impide llegar a la gente y preocuparme por los problemas del ser humano». Escribir ha sido, pues, «una liberación, una forma de vida de papel, sobre todo de joven, que todavía dura». La creadora de «Sólo un pie descalzo» no puede ocultar que mira al mundo «con ojos de escritora» y desde esta perspectiva la escritura «siempre es una forma de protesta porque no te gusta lo que te rodea, cómo funciona...», sirviendo, a veces, «para protestar también de uno mismo». En todo ello trajo a colación la importancia del «elemento mágico, la capacidad de ver y oír ese otro mundo paralelo que está ahí».

Ana María Matute se siente «encantada» de ser escritora y de no haber seguido la tradición familiar: «Mi padre tenía una fábrica de paraguas, que le iba estupendamente, pero yo no me veía vendiendo...». «Todo lo que te hace escribir -añadió más adelante- es algo que llevas dentro de tí, que te reconcome, incluso un momento de alegría».

Las pequeñas grandes cosas

De frágil aspecto -«he tenido once operaciones quirúrgicas»-, Matute se considera optimista y poseedora de una fuerte voluntad. «Amo mucho la vida; hay que defenderla, gozarla, beber, comer...». Amante de los pequeños grandes momentos, la autora comentó una anécdota sobre unas declaraciones que realizó en una entrevista acerca del placer de tomar en verano una cerveza fresquita en una terraza, rodeada de buena compañía. «Por aquello que dije, el gremio de cerveceros me mandó cerveza... Lo probé con el Cardhu, pero no dio resultado», bromeó la escritora que provocó el aplauso y la risa del auditorio y que no se cortó ni un pelo al reconocer su gusto por esta bebida.

Así, entre chispazos de su vida, fue revelando cómo le fascinaban de pequeña los cuentos de Andersen; que su libro que más quiere es «Olvidado Rey Gudú», y de Faulkner «Luz de agosto»; la importancia de la lectura para poder escribir y lo que se pierden aquellos que no cultivan este ejercicio. «El que quiere leer, lo hace, con televisión, con Internet... Leer es vivir dos veces».

Afirma la autora que cuando escribe no piensa en el lector y que la inspiración «llega trabajando». Matute, que escribe por las mañanas y en máquina electrónica, espera culminar el libro que trae entre manos hacia la primavera, ya que su salida se ha visto demorada por su undécima operación quirúrgica.

...Y el amor

«¿Quién nos imaginará?» era el motivo que centraba su intervención; una interrogante a la que no supo dar respuesta: «No tengo ni idea. El lector -apuntó- también es colaborador de un escritor». Cuestionada sobre el futuro de las Humanidades -eje central de «Factor Humano»- se mostró optimista, pues «si ha perdurado tantos siglos... por qué no». En lo que sí se reafirmó fue en la utilidad de los mitos para explicar el mundo y en la relevancia de la poesía como «la máxima expresión literaria», que lee con fruición.

«En prosa, lo que más se puede acercar a la poesía es el cuento», señaló, para enlazar una vez más con el principio. Con una literatura que su propia artífice no cree que sea «feminista ni antifeminista, soy muy mujer. Hay hombres y mujeres que escriben; es cuestión de sensibilidad. El hombre y la mujer tendrán siempre sus choques, que luego acabarán muy bien». Como su misma historia personal, cuando hizo el amor con el hombre de su vida sobre el río de las Perlas.

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