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Juan Goytisolo: «A mi edad, no produce ninguna emoción recibir un premio»

MANUEL DE LA FUENTE

MADRID. Una trayectoria, una vida entregada a la palabra, a la literatura, es lo que reconoce el premio Nacional de las Letras (concedido por el Ministerio de Cultura y dotado con 40.000 euros), que ayer le fue concedido al escritor barcelonés Juan Goytisolo.

Acostumbrado a las templanzas del clima de Marrakech donde vive hace largos años, el frío inclemente que ayer zurraba de lo lindo en Madrid, al autor de «Señas de identidad» pareció dejarle gélido, helado, casi tanto como la valoración del prestigioso galardón recibido que hizo ante un nutrido grupo de periodistas que había montado guardia (a lo chicos de la prensa rosa) a las puertas (bueno, en el hall, gracias a la amabilidad de los empleados) del céntrico hotel en el que se alojaba. «Es una noticia, ni buena ni mala, sólo una noticia. A mi edad, ningún premio hace ilusión -señaló rotundo Goytisolo-. Me lo han dado y punto. Igual me sentiría si hubiese sido el premio Cervantes. No soy grosero, ni tampoco quiero ser descortés, pero no me produce ninguna emoción recibir un premio. Acabo de llegar de México, y lo que realmente me apetecía en estos momentos era dormir un par de horas y darme un buen baño».

Primeros pasos

Después de unos primeros pero rotundos pasos con títulos como «Juegos de manos» (1954) y «Para vivir aquí» (1960), en 1966, Goytisolo comenzó la publicación de una de las obras más exigentes de la literatura española contemporánea, la trilogía de Álvaro Mendiola que incluiría tres de los títulos más rompedores e influyentes de la narrativa española posterior a la Guerra Civil: «Señas de identidad» (1966), «Reivindicación del conde don Julián» (1970) y «Juan sin Tierra» (1975). En ellas, Juan Goytisolo (hermano del también novelista Luis Goytisolo y el poeta José Agustín Goytisolo, fallecido hace años) reconstruye un fresco de nuestra historia contemporánea, innovador en la forma y heterodoxo en el fondo, a través de una prosa de hondo calado humano y literario. Vida y obra del segundo de los Goytisolo que no siempre fue recibida con entusiasmo en su propio país, del que ha permanecido alejado (física y geográficamente) durante más de media vida. «Cuando una obra está viva, siempre despierta resistencia -aseguraba ayer-. Yo siempre me he tomado los ataques como una confirmación de que iba por el buen camino. La verdad es que si me dan un premio, la primera reacción es la de dudar de mí mismo, ahora, si me declaran persona non grata, creo que no ando descaminado con lo que hago».

No sólo novela

La obra de Goytisolo no sólo ha discurrido por los campos de la novela, también ha sido un prolífico autor de libros de viajes, de fino olfato y limpia vista como «Campos de Níjar» (1954), «Instantáneas de un viaje a Cuba» (1962) y «Cuaderno de Sarajevo» (1993). Igualmente, ya lleva registrada una importante obra ensayística con títulos como «Problemas de la novela» (1959), «Furgón de cola» (1967) y «La saga de los Marx» (2005), entre otros. Una obra extensa y variada de un autor que asegura que vive muy al m0argen de la vida literaria, sus promociones y sus cenáculos, «porque creo que la cultura es una cosa y la vida cultural otra muy distinta. Además, nunca me he considerado un bien nacional, me horroriza cualquier nacionalismo».

Alejado, pues, de las cuitas literarias y sus puñaladas, Goytisolo vive, como él mismo dice, «rodeado de gente que no habla español», lo que no impide que el creador de «Makbara» (1980) observe con bastante preocupación «la derechización de las sociedades europeas y la persecución de los inmigrantes», pues se muestra absolutamente seguro de que «una cultura es la mezcla de las influencias externas que ha ido recibiendo con los años. Y yo, personalemente, de la mezcla cultural he aprendido tanto como de Cervantes».

Tampoco hace ejercicio de amnesia Juan Goytisolo (que perdió a su madre durante un bombardeo sobre Barcelona de la aviación de Franco) ante la tan traída y llevada memoria histórica: «Legislar sobre ello puede llevarnos a extravíos, pero no se puede olvidar que mientras las víctimas de la anarquía de los primeros tiempos de la Guerra Civil están en la gloria, el resto de perseguidos y desaparecidos debe seguir pudriéndose en las fosas comunes».

Después, aseguró entre irónico y solemne que «no soy una gallina ponedora todo el día pariendo libros, cada novela mía es una propuesta literaria completamente distinta. Creo que ésa es la misión de un escritor, devolver a la sociedad un legado cultural distinto al que recibió». Por último, aseguró que «más que nunca, en estos tiempos difíciles y de crisis, la cultura es un asidero para la gente. Hay muchas causas dignas de ser defendidas, podría estar toda la noche enumerándolas».

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