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Kate, en el Museo Británico

Apabullante. El primer número del «Vanity Fair» español (no sólo en español). Ahora somos tan privilegiados como alemanes e italianos. Los enfermos de la revista podemos comprar dos números cada mes, el nuestro y el original en inglés ( en nuestros quioscos, la edición británica). Bien por nosotros, mal por los árboles. Y, desde luego, no es una simple traducción. La cantidad de contenidos propios es lo que apabulla (vale que es el primero, pero aun así impresiona). Aunque no me interesen ni Rania de Jordania (en la portada, personaje demasiado «Point de vue») ni Mario Conde ni el juez Gómez Bermúdez, algunas de las grandes apuestas. Claro, que mi criterio no es relevante; tampoco me interesa El circo del sol y le gusta a mucha gente.

Pero en 338 páginas hay mucho más (supongo que este grosor también tiene que ver con el estreno). Están Manolo Blahnik (qué bien, renegando de que a sus zapatos se les llame manolos, qué horror), Lady Elena Foster y su vida de levitación millonario-intelectual, Paul Auster, los 50 años de «Vértigo» o un portfolio de españoles relevantes (en la foto de cocineros está Adriá pero no Santamaría). Es verdad que se retoman artículos de la casa madre. Faltaría más. Pero son tan buenos y tan intemporales que se agradecen. Así, «De Herm_s a la eternidad», de Laura Jacobs (publicado en septiembre de 2007) o «El mundo secreto de Serge Gainsbourg», de Lisa Robinson (noviembre 2007).

Y bueno, entre la producción propia, la foto (de Julian Broad) en blanco y negro de Rafael Feria apoyado en la moto Triumph. Uf. Una alegría para la vista después de estar echando un vistazo a la exposición que se va a inaugurar en septiembre en las galerías Yvon Lambert de Nueva York y París. Se llama «Shit» (mierda) y no es ni metáfora ni exageración. Fotografías de cacas. De 66 cacas de diferentes animales, incluido un autoretrato fecal del artista, Andrés Serrano (el Reina Sofía tiene obra suya). En 1989 llamó la atención de gente que no se interesa por el arte habitualmente (como el senador ultraconservador de Carolina del Norte Jesse Helms) por «Piss Christ», que era un crucifijo de plástico sumergido en la orina del artista. El follón se armó porque recibió un premio de un centro de arte de Carolina del Norte subvencionado en parte por una agencia del Gobierno.

Dorada (bañada en oro) es también la figura de Kate Moss hecha por el escultor Marc Quinn que se expondrá en octubre en el Museo Británico. Dos millones de euros ha costado la muñequita casi egipcia de 50 kilos. Más barato le ha salido a Andrés Serrano su autorretrato marrón. En cuanto al origen de la obra de arte, Marc Quinn se fijó en la británica que se había convertido en el ideal de belleza del momento. Andrés Serrano explica en «The Village Voice» (donde se pueden ver algunas de las fotografías) que la idea la tuvo mientras veía la escena de lucha de «Borat», cuando Borat y su productor se pelean desnudos. He vuelto a ver la escena y no sé de dónde demonios ha sacado la inspiración. Pero el universo referencial es infinito. Cita a Goya como artista del que más cerca se sintió cuando dio comienzo a la serie. «Empecé a ver criaturas», asegura. Y ahí le doy la razón. Como cuando de pequeña miraba el papel pintado de la pared desde la cama. También veía criaturas entre las flores.

Pero es que, antes de leer lo de Goya, el autorretrato sin enlatar ya me había recordado (un mojón) al goya premio. Me preocupa ver criaturas en la mierda (parece una película de Sigourney Weaver). Para despejarme miro a Rafael Medina apoyado en su moto (esto parece el principio de «Ojos verdes»). Y juro que no lo miro con la intención con la que el productor de Borat miraba a Pamela Anderson.

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