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el recuadro

Los muertos ignorados

Esas tristísimas tumbas abandonadas del cementerio, donde nadie ha ido a poner unas flores

Antonio Burgos

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Hoy, día de los Fieles Difuntos. Desgraciadamente, hemos sufrido un proceso de transculturación anglosajona, y el que acaba de pasar, el que siempre se conoció como Puente de Todos los Santos y los Difuntos, es ahora el de Jálogüin. Cuando no la Semana Blanca de ... los colegios. Parece como si la muerte no tuviera sitio en nuestro calendario, y mucho menos los viejos rituales de honra a los difuntos en los cementerios. De una sociedad de inhumaciones y lápidas hemos pasado a otra de incineraciones y urnas crematorias. ¿Por qué? Por el dinero. Por no gastar la familia. Incinerar a un muerto cuesta bastante más barato que inhumarlo en una fosa municipal, y además la familia se quita el trabajo de tener que ir tener luego a limpiar y decentar su tumba, como cada año se ponía el cementerio de San Fernando de hacendosos deudos provistos de cubos, escobas, escobillas y cal para poner reluciente las tumbas ante el día de Todos los Santos y los Difuntos. El cementerio era una fiesta en torno al Cristo de las Mieles. Ahora, con las incineraciones, nadie sabe dónde están las cenizas de los seres queridos (¿tiradas al mar?), salvo que las hayan depositado en el columbario de la hermandad. O si eran las del ser querido las que les dieron en una urna en el crematorio tras unas horas de espera de dolor, no me creo que las cenizas que entregan sean las del familiar que se ha incinerado, a saber de quién serán.

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