QUEMAR LOS DÍAS
El narco mola
De Sanlúcar a Sevilla, el Guadalquivir es un enjambre de municipios que viven de la economía de la droga
Fui a Sanlúcar de Barrameda a dar una charla en un instituto. Por mi amigo P, estupendo escritor y mejor cicerone, supe algo que jamás habría imaginado: la manzanilla, ese preciado caldo, es una bebida alcoholizada artificialmente, en la que el alcohol no fermenta de ... forma natural como en los tintos. De ahí que hayan proliferado numerosas bodegas clandestinas donde se prepara manzanilla de manera artesanal, con alcohol a granel, generando todo un mercado negro. Pero se trata de la economía sumergida más amable de Sanlúcar. La más importante, la verdadera, es la que mueve la droga. Ahí vino mi segunda gran sorpresa: siempre he asociado al municipio gaditano con las aristocráticas carreras de caballos, los homenajes gastronómicos en Bajo de Guía y la gente con apellido y con posibles. En cambio, el gran motor económico del municipio, el motor invisible, es todo lo que mueve el trapicheo de la droga y los cárteles, cimentado sobre numerosos negocios que ejercen de mera tapadera. En consecuencia, Sanlúcar siempre aparece en los rankings económicos como uno de los pueblos más pobres de Andalucía. Es muy difícil, me contaba P, inculcar en los jóvenes el hábito del estudio y los principios del esfuerzo, cuando muchos de sus amigos, trabajando para el narco, ya manejan BMWs de alta gama y, con menos de 20 años, no saben en qué malgastar el dinero.
De Sanlúcar, río arriba, recorriendo la ruta que Elcano realizó para llegar hasta Sevilla tras su prodigiosa primera circunnavegación, el Guadalquivir es un enjambre de municipios que viven de la economía de la droga. La he conocido de cerca, en La Puebla, en Coria del Río, en Palomares. En este último pueblo, donde viví más de quince años, el trapicheo resultaba clamoroso. Finalmente, en mi calle, hubo una sonora redada. La contestación de muchos vecinos del municipio en las redes fue de condena, pero también hubo otros muchos que se manifestaron virulentamente en sentido opuesto. «Dejadlos en paz, solo se están buscando la vida», dijo alguien.
Buscarse la vida con la droga se ha convertido en una seria aspiración para muchos chavales, que observan con abierto desprecio el sistema educativo. Para qué formarse, para qué educarse en la honradez cuando el dinero fresco es tan accesible. Pero no son versos sueltos, sino que forman parte de una cultura absolutamente complaciente con la droga como forma de vida. Una cultura que ha arraigado fuerte en toda la cuenca del Guadalquivir que asciende desde Bonanza hasta Tablada, en la que el floreciente transporte de especias del siglo de Magallanes y Elcano ha degenerado en el mercadeo de hachís y cocaína. Muchos niños de estos pueblos ya no quieren ser Messi o Ronaldo. Prefieren ser narcos. Porque el narco es simpático. Porque el narco es rico. Porque el narco mola.
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