trampantojos
Tauromaquia en femenino
Las mujeres estuvieron siempre en los festejos aunque no se haya destacado su presencia
Cae la luz del membrillo, tibias brisas de un verano de trampantojos, calor septembrino que se avecina por la Feria de San Miguel. Color entre albero y ámbar que se tumba cálido sobre los mapas de Sevilla. En vísperas de esta Feria, la Asociación Mujer ... y Tauromaquia ha organizado unas oportunas jornadas para alumbrar algunas zonas en penumbra: la mujer en los festejos taurinos. Las mujeres han estado siempre, aunque -como en tantas otras cosas- nadie haya advertido de su presencia.
Esta celebración me ha recordado la lectura de algunos libros de viajeras que asistieron a corridas como parte de su aventura española. En los hombres descubro la curiosidad e incluso la fascinación por la fiesta como Gautier asegurando que «una corrida de toros es uno de los más bellos espectáculos que el hombre pueda imaginar».
Sin embargo, en las damas viajeras la experiencia es bien distinta, casi todas huyen de la plaza despavoridas. Isabelle Frances Romer en «The Rhone, the Darro and the Guadalquivir, a summer Ramble in 1842» confiesa que se le heló la sangre. La narración es una historia de terror 'gore' con las tripas de los caballos de pica sobre la arena, pues entonces aún existía la bárbara costumbre de no usar peto de protección.
Mientras, Margot Asquith, condesa de Oxford, en «Places and Persons» (1925) se resiste a ver la corrida porque «los caballos con los ojos tapados, las tripas fuera y explosivos colocados bajo la piel de los toros (sic), no era una forma de diversión a la que yo podía asistir sentada». La condesa llega cargada de prejuicios. Para contrarrestar, aquí le preguntan por la caza del zorro y responde: «Es saludable e incluso cansa a los hombres ociosos, lo que asegura una cierta moralidad».
Se ve que cada uno crea su código ético y moral según sea el ojo por el que ha contemplado la vida. Pero la reacción que más me divierte es la de lady Holland cuando en la Maestranza salió espantada y gritando: «¡Viva el toro!». Qué gran heroína de los antitaurinos sería.
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