CARDO MÁXIMO
La frontera sin cruzar
No ha pasado nada. O ha pasado lo de siempre: que el PSOE sevillano es una presa demasiado grande para que la engulla un PP confiado
En el mapa de los resultados electorales de julio de 2023, Sevilla sigue siendo una anomalía política. No porque haya vencido el Partido Socialista, sino porque no ha ganado el PP. Navarra, Barcelona, Lérida, Tarragona y las dos provincias extremeñas conforman el reducto pintado de ... rojo en una piel de toro teñida de azul. En Navarra, está claro que la lucha fratricida en la derecha foralista le dejó el camino libre al PSN; en Cataluña, los electores han encontrado en el PSC de Salvador Illa el voto útil, tal vez hastiados de tanto desafío estéril independentista; en Cáceres y Badajoz, los socialistas se han beneficiado del sainete en que se convirtió el pacto de gobierno entre PP y Vox; y en Sevilla, ¿qué ha pasado en Sevilla para que el PSOE vuelva a ganar cuando el PP ha conquistado las otras siete provincias andaluzas?
No ha pasado nada. O ha pasado lo de siempre: que el PSOE sevillano es una presa demasiado grande de engullir para un PP que se dejó deslumbrar por el resultado de las municipales a base de fichajes ganadores de concejales y exalcaldes a derecha e izquierda para arrebatarle la primera posición a los socialistas. Pero después de aquella granizada de alcaldías populares, impensable cuatro años atrás, las aguas han vuelto a su cauce: el PSOE sigue ganando con Alfonso Guerra o con María Jesús Montero. Y Juan Bravo, el cabeza de lista del PP por la circunscripción sevillana, se ha quedado con el mismo palmo de narices que se quedó Cristóbal Montoro en 2011, cuando la mayoría absoluta de Rajoy, fecha de la última marea azul en toda España.
Sevilla es la última frontera que le quedaba por cruzar al PP de Juanma Moreno, pero se ha quedado de este lado sin hollarla. Los resultados que deparó la jornada electoral parecen un calco. Los socialistas sólo han tenido 5.000 votos más que en 2019, lo que está marcando un techo infranqueable. Solo que los populares han estado muy cerca también del suyo, establecido en las autonómicas del año pasado, las de la mayoría absoluta de Juanma Moreno, en torno a los 350.000-360.000 votos. Es decir, la movilización del electorado socialista -cabría decir del de izquierdas porque el trasvase de votos es casi exacto- es la que determina la victoria en la circunscripción: si los votantes del PSOE se quedan en casa, gana el PP; si acuden a las urnas espoleados por la última semana de campaña como ha sucedido, al PP no le da para zamparse la presa.
Y eso justamente es lo que ha sucedido. Es verdad que la hegemonía del PSOE en la provincia se ha evaporado y ya hay más municipios donde el PP se impone, incluida la capital, pero no es suficiente. Tal vez un exceso de confianza les ha traicionado como en 2012 le sucedió a Javier Arenas. La historia de las elecciones se repite en Sevilla: la frontera sevillana sigue incólume. Quizá el bloqueo que se adivina a tenor de los resultados de ayer depare una nueva oportunidad de romper la inercia de que el PSOE siempre gana en las generales dentro de bien poco.
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