María Jiménez, la voz canalla de la rumba
Habrá María para rato mientras en unos pocos aún quepan sus canciones. Dieguitos, Mafaldas y todas las que surjan.
Y ahora ya mi mundo es otro. Y el suyo, por desgracia. Y el nuestro. Se acabó. Ha muerto la rumba flamenca con unos golpes de pecho que de pronto suenan a ausencia. A vacío, ese que ella dejó entre un compás y otro para ... desmenuzar el sentido de la letra. Gonzalo García-Pelayo quiso una Bambino en mujer, pero le salió una María a secas. De garganta húmeda y vestido canalla, navegó hasta el centro de las cosas con el labio afilado y la lengua cargada. Tenía toda la calle en la boca. Un sinfín de madrugadas y te quieros. Piel de roca, sensibilidad a raudales y una obra que murió varias veces sin enterrarse nunca. Que resistió las corrientes y que ahora queda como uno de los grandes bastiones de la cultura andaluza contemporánea: de los tablaos al mundo.
Lo mejor de Sabina se apellida Jiménez y advierte la música donde más duele. Dos camas vacías, ratones coloraos, diecinueve días y esas medias negras en las que un día convergieron tantas miradas. Habrá María para rato mientras en unos pocos aún quepan sus canciones. Dieguitos, Mafaldas y todas las que surjan. Desde su sonoro 'Aquella', que cantó por última vez con Manuel Lombo en el Potaje Gitano de Utrera, hasta ese 'Dime pequeñeces' de sensualidad extrema o la 'Sensación' que revalidó junto a Poveda como éxito final de su carrera.
La genialidad de la trianera se resume en que apenas sin voz, desde una silla de ruedas, seguía interpretando la música como siempre. Afinada, en el sitio, lanzando gamberra los tercios y amarrándolos por costuras inventadas. María Jiménez canta como pisa un niño un charco: con naturalidad. Cuenta lo que dice y vámonos donde nadie le juzgue. Rompió cadenas una por una, sembró al alba una feria de versiones y también tuvo a su alrededor a los mejores compositores de la época. Desde un genuino Alfonso de Gaspar hasta Paco Cepero y Amancio Prada.
Hace tan solo unos años sufrió un coma. Estuvo en el hospital varias semanas mientras sus seguidores rezaban por una inesperada resurrección de la alegría, que así se llamó otro de sus álbumes más celebrados. Al despertar, preguntó por la duración de su estancia en aquella habitación. ¿Tres meses? Pues «ya verás pa coger el sueño esta noche», exclamó. Descanse en paz y para siempre, ahora sí. Se acabó lo que no se acaba.
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