editorial
Respuestas para Álvaro
No basta con decir que todo se debe a un accidente, producto de una imprudencia juvenil, para cerrar un caso que ha evidenciado múltiples fallos en la actuación policial
La sucesión de versiones oficiales ofrecidas ayer a destiempo, un día después del hallazgo del cadáver, sobre la desaparición y muerte del joven cordobés Álvaro Prieto parecen más a un intento por despejar responsabilidades que el ejercicio de transparencia al que deben responder con máxima ... diligencia las instituciones públicas. Un día después de que el cadáver fuera localizado por azar por un equipo de televisión, la declaración del delegado del Gobierno en Andalucía, tras un clamoroso silencio de la Policía Nacional durante la búsqueda, incidía ayer en que era «absolutamente imposible» ver el cadáver desde el suelo. Además, se aventuraba a asegurar de que, de no haberse movido el tren el lunes el cuerpo lo hubiera hallado la Policía ayer mismo gracias a una patrulla canina.
El delegado incluso remarcó que a Álvaro se le ofreció la posibilidad de cargar su móvil en la estación para demostrar el buen trato que se le dio al chico. A esa declaración le siguió una similar de Renfe con un detallado relato de toda la ayuda que le prestó para que pudiera llegar en tren a su casa; una versión que la empresa podrían haber dado el viernes cuando se le buscaba por todos los rincones. Álvaro nunca podrá contar su versión porque murió el jueves electrocutado sobre un tren.
Su caso ha sido otro sonado fiasco policial en una ciudad marcada por no haber resuelto en casi quince años el duelo por la muerte de Marta del Castillo y a la que le faltan 400 efectivos de Policía Nacional para adecuar su plantilla.
No basta con decir que todo se debe a un accidente, producto de una imprudencia juvenil para cerrar el caso. Entre tanta versión exculpatoria, la muerte de Álvaro deja múltiples interrogantes en el aire a sus familiares y a la ciudadanía en general: ¿Si tanta ayuda se le prestó al joven en la estación por qué intentó hasta en tres ocasiones acceder al tren que nunca pudo coger? ¿Por qué no se hizo desde la estación una llamada a sus padres? ¿Por qué no intervino la Policía después de que el joven alterara presuntamente en tres ocasiones los códigos de seguridad? ¿Había Policía en la estación en día festivo? ¿Qué dotación policial tiene asignada la vigilancia de vestíbulo en la estación central sevillana? ¿Por qué no se amplió el perímetro de búsqueda en las instalaciones de Adif durante el fin de semana? ¿Por qué no se utilizaron perros expertos en localizar cadáveres hasta el sábado cuando se solicitó la intervención de la Unidad Militar de Emergencias? ¿Por qué no se llamó antes a bomberos para utilizar perros de búsqueda de personas vivas? ¿Por qué está tan seguro el delegado del Gobierno de que de no haberlo descubierto un equipo de televisión, el cadáver hubiera sido detectado por «perros de la Policía Nacional» si Sevilla carece de esa dotación canina? ¿Por qué hay tantos fallos de seguridad en el perímetro de una estación señalada como punto estratégico en un periodo de alerta antiterrorista? ¿Por qué hubo que recurrir a cámaras de comercios? ¿No cuenta Adif con este medio de seguridad en la zona de talleres? ¿Por qué las grabaciones de la zona donde se buscaba a Álvaro no llegaron hasta el lunes a manos de la Policía? ¿Cuándo llegarán los 400 policías nacionales que faltan en la capital de Andalucía?... Todas estas preguntas tienen respuesta, aunque no sabemos si los responsables las darán algún día. Pero hay una pregunta trascendental que va a quedar sin respuesta para siempre: ¿Por qué Álvaro subió al techo de ese tren averiado que iba a ninguna parte y le llevó a la muerte? Desgraciadamente nunca podrá responderla.
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