Mujeres
Son las 00:03 horas de un día cualquiera de cualquier semana del año en la que no estoy de vacaciones. A estas horas estoy escribiendo este artículo, tras una jornada que comenzó a las 7:00 y que, ya metidos en el día siguiente, ... no tiene visos de acabar pronto. Las tareas a las que me dedico se acumulan encima de la mesa de mi despacho y fuera, aún queda una lavadora por tender y un lavavajillas por poner. Entre noticia y noticia, planillos y publicidades, correos electrónicos, palabras clave, recomendaciones SEO y peticiones de días de libranza, he dedicado algo de tiempo a leer las respuestas de algunas amigas y familiares en el grupo de WhatsApp sobre lo que significa para ellas el feminismo actual, pero mucho más importante, lo que significa para ellas ser mujer.
Así que las pobres, entre reuniones, ruedas de prensa, viajes de trabajo, visitas al médico, cuidado de niños, clases extraescolares, mil llamadas telefónicas y alguna clase esporádica de spinning, han tenido a bien hacerme algo de caso y contarme que, ante todo, se sienten orgullosas y felices de ser mujeres y que el feminismo y la igualdad quedan muy bonitos sobre el papel y en las manifestaciones.
Afirman además que llegar a donde hemos llegado nos ha permitido tener un grado de independencia que nuestras abuelas no habrían soñado jamás, pero a qué precio. Es más, alguna se atreve a opinar que el feminismo es la verdadera esclavitud de la mujer, porque nos obliga a ser heroínas sólo por el mero hecho de parecer dignas de nuestro tiempo. Somos triunfadoras en cualquier cosa que nos proponemos, pero a base de mucho esfuerzo, trabajo, tesón, voluntad y ganas de comerse el mundo.
Nadie nos ha regalado nada, y si hemos llegado a puestos de responsabilidad no ha sido a base de absurdas e ineficaces leyes de paridad, sino a la capacidad intrínseca de cada una de entregarse por entero a lo que cree mejor y más justo.
De la misma manera que sus parejas o maridos se dejan la piel cada día en sus quehaceres dentro y fuera de casa, duchan y dan desayunos, llevan a los niños al colegio, los recogen al salir, van dando trompicones por la vida para preparar la cena y tratan a las señoras de su alrededor con la más exquisita cortesía, así luchan ellas por conquistar la sociedad que las rodea. Sin necesidad de palabrería hueca, sólo creyendo en sí mismas. Mujeres de bandera en todos los casos.
Soy mujer, y encantada de serlo además, pero ante todo soy persona. Y creo en la igualdad de todos aquellos que arriesgan por hacer de este un mundo donde el que podamos vivir en paz y en libertad de una santa vez, sin tener que decidir o apostar por un bando o por otro, de malos y buenos, de representantes y representados, de vencedores y vencidos. Y así, una vez que me he desahogado de tanta tontería o tonterío con los que nos martilllean la cabeza cada día, quizás pueda terminar este artículo, tender la ropa y poner el lavavajillas, a esta hora en la que además me ahorro unos céntimos en el recibo de la luz y las niñas, solas y borrachas, vuelven a casa sanas y salvas a dormir la mona...
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete