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Carmen Laffón o la delicadeza

Lo que Carmen Laffón pinta sólo puede ser de ella por su delicadeza, por su ternura

Antonio Burgos

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La coincidencia de varias exposiciones de sus obras ha determinado que, de hecho, Sevilla le dé un merecido y justo homenaje colectivo de reconocimiento a Carmen Laffón. Digo como en la cancioncilla infantil del «¿cómo planta usted las flores?»: así me gusta a mí; los ... homenajes, en vida. Que olvidemos la invariante envidiosa costumbre de Sevilla de reconocer los méritos sólo tras la muerte , y destaquemos la importancia de nuestros paisanos. Y en vida, como gozosamente está Carmen Laffón viviendo estos días de proclamación de su figura y de obra con toda la importancia que tiene y ha tenido en nuestro tiempo. Que no le pase como a Rafael Montesinos, que sólo ahora, cuando se cumple el centenario de un nacimiento en la becqueriana calle Santa Clara, se le reconoce su amor por Sevilla, su grandeza, como se le hizo cuando estaba ya muy enfermo y parecía que proclamaba la verdad (y otras dudas) de los versos que ahora perpetúan el mármol que guarda sus cenizas en el cementerio de San Fernando: «He vivido cuatro días./Tres no fueron sevillanos./Llevadme a la tierra mía».

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