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LA TRIBU

Sardinas

He visto a algunos ricachones comer sardinas como si comieran pecados mortales asados, cuasi a escondidas, como no queriendo ser ellos

Antonio García Barbeito

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El verano nos iguala en muchas cosas, si compartimos el mismo espacio. Me decía un amigo que eso mismo pasaba en la Semana Santa, vestidos de nazarenos, que la túnica y el antifaz los igualaba a todos. Sin entrar en discusiones, digamos que sí, pero ... el verano es otra cosa, porque se ve más, se nos ve más. Y no es lo mismo ir vestido de nazareno que en bañador, ni es lo mismo un paseo por las calles de la ciudad que por la orilla de la playa, cuando la bajamar. El mar iguala. La arena misma iguala, uniforma, impone su gobierno: una toalla, una sombrilla, una nevera —o sin nevera—, un bronceador, un sombrero… Una vez vi en la playa al director general de una empresa de renombre en España y me dijo que una y no más, que eso de andar allí en bañador, que lo habían pisado en el chiringuito, que el camarero le espetó un «¿Y tú qué vas a querer?», sin saber que era hombre de despacho con seis antesalas, diez secretarias, dos secretarios, mayordomo, dos coches de muchos millones y otros tantos chóferes, y aquello le dolió mucho, se duchó, se vistió y se volvió a la capital a que lo nombraran con excelencia.

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