TRIBUNA ABIERTA
'Lo andaluz'
Como el propósito del libro es hallar los rasgos de los andaluces, nada se explica separadamente de lo ocurrido en esa España que se describe como «parasitada» por la Monarquía, la Iglesia y el Ejército

De fiesta contenida calificaría la presentación del libro que, con ese título, tuvo lugar, al aire libre, en la agradable tarde sevillana del primero de junio. El gozo de los asistentes se ‘enfrió’ en cuanto el primero de los intervinientes abrió la boca: ¿Cuándo se ... jodió Andalucía? Y, sin dar una respuesta clara, terminó con otra pregunta (¿tiene remedio?), que tampoco contestó. El propio autor de la obra, Carlos Arenas, en la ‘coda’ agregada en la página final de las cerca de 550 que tiene el texto, invita al lector «a sacar sus propias conclusiones». No seré yo el primero en hacer públicas las mías, y, claro, no tengo ‘derecho’ a destripar el contenido. Si acaso, diré que estoy de acuerdo con la frase final de otro participante en el acto: «se dan ya las condiciones para que la región adormecida despierte, pero en la batalla cultural sigue estando la clave». Es verdad que, en el largo texto, al lado de lo económico, lo político y lo social, lo cultural tiene escaso protagonismo, y, si no me equivoco, se encuentra en gran medida subsumido (¿camuflado) bajo lo simbólico, noción (casi) indefinible..
Me limitaré, pues, a hacer un comentario —breve y desde la óptica de mi oficio— del título. [Un inciso previo: de los usos idiomáticos orales —que presentan peculiaridades diferenciadas respecto a todas las variedades del español, no sólo las peninsulares— nada se dijo, salvo una alusión de pasada a la «gracia» atribuida al habla]. Ante la curiosidad de los asistentes, el autor se apresuró a aclarar que ‘Lo andaluz’ no era suyo, sino del editor, allí presente. A casi todos pareció un hallazgo casi genial, y fue calificado reiteradamente de ‘rotundo’, si bien nadie aclaró si en la acepción académica de «completo, preciso y terminante» (es decir, como la figurada de redondo —«te ha salido redondo»—, que tiene el mismo étimo), en la que —con referencia al lenguaje— lo iguala con «lleno y sonoro» o en ninguna de las dos.
Está claro que, en cualquier caso, el ‘mérito’ de la decisión, si lo hay, reside en la elección de lo. El adjetivo andaluz se limita a expresar una pura relación (aparte de designar al «natural de o nacido en Andalucía», el que tiene, por ejemplo, en «las carreteras andaluzas son peores que las del País Vasco»), aunque se convierte en valorativo gracias al contexto («yo soy andaluz por los cuatro costados» o «más andaluz que tú»). No sé si la rotundidez (o rotundidad) puede tener que ver con que, al no haber en español (sí en latín) ningún sustantivo neutro, el adjetivo no se aplica a nada concreto, sino a «todo [lo andaluz] en general». Pero ello no casaría con la intención de trazar la ‘Historia de un hecho diferencial’, subtítulo de la obra. Los (mal) llamados neutros (esto, eso, ello, lo… y, en cierto modo, algo y nada, e incluso los personales alguien y nadie) no pueden aplicarse a objetos o conceptos que puedan reconocerse por sus perfiles individuales y discretos, y por eso ni siquiera admiten ‘plural’. Cuando un niño pide «algo», ante el tenderete de chucherías, no sabe realmente lo que quiere. Aparte de que con la referencia global a lo «andaluz» (¿alguien sabe identificar a qué se refiere quien suelta «no me gusta nada lo andaluz»?) se puede correr el riesgo de que «el que mucho abarca…».
Como el propósito del libro no es hallar los rasgos (diferenciales o no) de la región andaluza, sino los de los andaluces (las andaluzas, por supuesto, incluidas) «de carne y hueso» a lo largo de la historia, nada se explica —ni podría entenderse— separadamente de lo ocurrido en esa España que se describe como «parasitada» por la Monarquía, la Iglesia y el Ejército. Desde ‘la Reconquista’, primer epígrafe del capítulo inicial (el tiempo anterior no es relevante para lo aquí tratado), hasta las «cuatro décadas de socialismo a la andaluza» (último del final), no es Andalucía ni «lo andaluz» el objeto de este libro, sino los hombres y mujeres que vivieron en una tierra en la que algunos pasan «de señores a señoritos», en la que las crisis se suceden sin solución, una región que «se vacía y cambia de amos durante el franquismo», que todavía hoy sigue «invertebrada»….
No, no espere encontrar el lector nada de lo que en su mente se representa cada vez que oye «las cosas de Andalucía», la expresión más cercana a lo andaluz, pues el sustantivo cosa sirve para «cualquier cosa», que es lo mismo que decir que no vale para casi nada en particular. Al contrario, hallaremos la verdadera historia, bien contada, con más sombras que luces, de muchas vidas individuales, en absoluto ‘neutrales’ (adjetivo que sí ha acabado por significar «el que no toma partido»), y que han ido conformando cómo somos hoy los andaluces como comunidad. Título, pues, fallido.
ANTONIO NARBONA ES CATEDRÁTICO EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA
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