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Burdeles

Las centinelas del feminismo no ven tanta humillación a la mujer cuando el cliente del puticlub tiene carnet del PSOE

Club de alterne donde Villén pagó con la tarjeta de la Junta de Andalucía EFE/Raúl Caro
Manuel Contreras

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Las últimas revelaciones del escándalo de la tarjeta de Faffe indican que se utilizó la cuenta de esta funcación de la Consejería de Empleo para pagar una juerga en un acreditado local de alterne de Sevilla el mismo día que el entonces presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, destituyó al titular de dicha cartera, Antonio Fernández. El usuario de la tarjeta, Fernando Villén, argumentó en su momento a Antonio R. Vega en las páginas de este periódico que se trató de una despedida de soltero y que el gasto ascendió a 538 euros, que abonó por equivocación con la tarjeta de la fundación. Pero la información remitida por la propia Junta al juzgado desacredita esta versión, dado que se realizaron quince abonos —no es fácil equivocarse quince veces de tarjeta, incluso para los que jugamos la Champions League de los despistados— por un montante total de 14.737 euros. Demasiados euros para una inocente despedida de soltero.

La investigación policial aclarará este episodio presuntamente corrupto, pero hay indicios sobrados para intuir que responsables de la fundación y/o de la Consejería decidieron darse un homenaje como broche final de su mandato a cuenta de la Faffe, es decir, a cuenta de su dinero y el mio. Si las pesquisas confirman las sospechas, a los protagonistas del chusco incidente hay que reconocerles coherencia, porque no hay forma más acorde de cerrar una etapa marcada por el desahogo y el despilfarro. La Faffe, disuelta por el propio Griñán en 2011, fue un chiringuito destinado a mejorar el nivel de vida de los socialistas, como dijo Manuel Chaves en su legendario lapsus parlamentario. No palió el paro andaluz, pero sirvió para recolocar a excargos públicos y sus familiares y encargar trabajos a empresas de amigos. Sirvió incluso para recolocar a un tránsfuga del PP como pago a los servicios prestados. El colofón del fiestorro en un puticlub es el epílogo lógico a esta etapa de derroche, porque es de esperar que quien no respeta las cuentas públicas no respete tampoco a las mujeres. La mentalidad del corrupto linda con la del putero: ambos se sienten poderosos, consideran que las normas convencionales limitan estúpidamente el campo de actuación y se las saltan tomando atajos sin prejuicios morales. Siguen pautas de comportamiento chuscas en las que el fin justifica los medios. Son horteras, prepotentes y abusones, en el despacho y en la cama.

Lo más llamativo del caso Faffe, por tanto, no es la hipótesis de que directivos corruptos despidan sus días de vino y rosas bajo las luces rojas de un burdel. Lo sorprendente es el silencio sepulcral de las centinelas insomnes del feminismo, que parecen no haberse percatado del asunto. Si los investigados fueran del PP, ya habrían sido lacerados en redes sociales, pero parece que la humillación a la mujer no es tanta cuando el cliente del burdel tiene el carnet del PSOE. En ese caso no solo procede mirar para otro lado, sino que los contribuyentes paguemos la cama.

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