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Dos Cataluñas

Celebración de la Diada, este martes en Cataluña AFP
Antonio Burgos

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Al revés que el viejo anuncio de los plátanos de Canarias, dos, peor que uno. Tras grandes esfuerzos de revanchismo, han conseguido que volvamos a las dos Españas reconciliadas por la Constitución de 1978, que quieren echar al corral. No con pañuelo verde, sino con lazos amarillos. Con la mala suerte que da el amarillo, excepto para los seguidores de mi querido Cádiz C.F.: «Y ese color, sin embargo es gloria bendita para los cadistas». La bandera de la reconciliación nacional ha sido arriada. Fue levantada por señores tan opuestos como el general Franco y Santiago Carrillo. No se ha insistido, en la habitual manipulación de la Memoria Histórica, que el Valle de los Caídos fue levantado como el gran monumento de la superación de las dos Españas, para enterrar allí a los muertos de ambos bandos de la guerra, tanto republicanos como nacionales. Y alguien para algunos tan poco sospechoso como el que para otros es el marqués de Paracuellos, Santiago Carrillo, antes de ponerse el peluquín para volver a España estuvo años predicando la reconciliación nacional desde de una pirenaica Radio España Independiente que escuchábamos bajo una manta para que no lo oyesen los vecinos, como poníamos luego el noticiario en español de la más liberal Radio París, que no tenía que vender mercancía alguna del que llamaban eurocomunismo en la Europa no sojuzgada por la URSS.

Tras grandes esfuerzos, hemos logrado mandar a tomar viento, vientos de ira, de revanchismo, de venganza, la reconciliación nacional que durante muchos años se logró tras la muerte de Franco. Pongo un ejemplo: en Sevilla, el alcalde Uruñuela, primero de la democracia del Rey Don Juan Carlos, a la plaza resultante del derribo del Cuartel de Soria, clave en el Alzamiento de 1936, le puso de nombre, muy a la parisina, «de la Concordia». Contemplado desde ahora, añoro aquel clima de libertades, donde podías decir lo que sentías por las afueras de las rayas rojas del pensamiento único sin que te llamaran «facha». Este lamentable clima de opresión sobre las libertades, tristísima reconstrucción de las dos Españas, se lo debemos, por un lado, a lo que hizo ZP y, por el otro, a lo que dejó de hacer Rajoy, la mayoría absoluta más desaprovechada de la Historia de la democracia, cuyo último símbolo, Soraya, se acaba de ir a su casa. Sí, hasta en las retiradas muestran la cobardía que tenían cuando ocupaban el poder, con total desprecio de lo que pensaban y querían que hicieran quienes los habían votado y otorgado una confianza casi infinita, luego defraudada.

Y por si fueran pocas las dos Españas, por la misma razón, entre lo que hizo ZP y lo que dejó de hacer Rajoy, debiendo haberlo hecho, ayer y anteanoche hemos visto que también han creado algo que no existía, como las dos Cataluñas: la de los separatistas y la de los constitucionalistas. Ay, aquellas Diadas de entonces, con la cuatribarrada como un ejemplo para toda España, cuando pedíamos «Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía». Entonces había una sola Cataluña, espejo de libertades en el que toda España se miraba. Ahora veo en una de las dos Cataluña algo tan nazi como una procesión nocturna de antorchas. Y Boadella me ha contado cómo ha de sufrir cada día su particular noche de los cristales rotos en el pueblo del Ampurdán donde vive y proclama valientemente su españolidad.

No, ayer no hubo una Diada, sino media. De intolerancia y opresión rayana en el nazismo orquestada por una de las dos Cataluñas que han creado, mientras a la otra, como en la copla que tan bien se saben los emigrantes que la engrandecieron con su trabajo, tiene que «agachar la cabeza y decir que lo blanco es negro». O amarillo como los lazos de estas dos Cataluñas donde ZP primero, Rajoy luego y ahora Sánchez miran para otro lado.

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