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LA TRIBU

Comida

En justa ración, un cocido con pringá es el resumen de la gloria, media verónica de gusto, una soleá de placer

Imagen de un cocido tradicional CARLOS MARTÍN
Antonio García Barbeito

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Hay que comer para vivir, ya lo sé, pero hay que saber comer, como hay que saber vivir. Y despotricamos contra las grasas que nos han acompañado siempre —aceite, tocino, chorizo— y damos por buenos productos que son más dañinos que todas las grasas del mundo, desde la bollería industrial al espantoso pan sin fermentar —nos fermenta dentro, que es lo malo—, a medio cocer y con una miga asquerosa, pan que endurece el mismo día de su elaboración y que, como los sombreros de palma, no sirve ni para el viento ni para el agua, digo que no sirve ni para un gazpacho ni para mojar sopas en un tomate frito.

Comida, comidas de verano. El tomate —sólo por él y por las papas habría que celebrar todos los días el Descubrimiento de América— se abre sitio en la mesa, si frito, con su inigualable riqueza, amigo de huevos y cebollas; si aliñado, resulta una locura esa amistad suya con el ajo, el aceite y la sal. Y de la huerta, al mar. Sardinas. «Huele toda la casa a pobre», decías cuando asaban sardinas en tu casa. Bendita sea la pobreza y eternamente lo sea, si lo es por las sardinas. Si escasearan, no habría gamba, ni percebe, ni ostra más solicitada. Unas sardinas con grasa, bien asadas, con un buen pan tostado y empapado de aceite, y con la compañía de unos pimientos asados y aliñados con una cebolla tierna, no tiene rival. Comidas del verano. No recuerdas merienda como aquellas de tocino de hoja y pan, tras el baño en el río; o un canto de pan con aceite y una tajada de melón. El verano se nos abre como generosa despensa para que disfrutemos, sin excesos, de los placeres más grandes y más sencillos. ¿Grasas? La peor grasa es la que compramos con productos muy elaborados y con cien añadidos, entre azúcares, mala manteca y peor harina. Un cocido. Un cocido, sí. Lo que en la tribu fue siempre «la comida» —«¿Qué hay de comer?» «Comida» —Comida de chícharos. Chícharos —alubias—, garbanzos, tocino, carne, morcilla, sal, pimentón y a dejar que hierva, que cuando destapemos la olla, habremos destapado el cielo. Con moderación, siempre con moderación, pero ¿quién ha dicho que el cocido es muy pesado en el verano? En justa ración, un cocido con pringá es el resumen de la gloria, media verónica de gusto, una soleá de placer. Y si va acompañado de un buen aliño de buenos tomates, que canten los ángeles. Nos metemos litros y litros de cerveza, bocadillos de mal pan, pizzas por un tubo, y no decimos nada. ¿Va a ser malo el cocido con pringá? Malo será no comerlo. Ya le estoy pidiendo a mi amigo Pedro Romero —calle Harinas— que en su Bodeguita, de momento, me ponga una de pringá. O sea, una de Dios.

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