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EL RECUADRO

Concierto de alcoholímetro

Un vecino de Camas, gracias a una papa muy gorda, ha descubierto que el alcoholímetro es un instrumento musical cofradiero

Un control de alcoholemia EFE/MARISCAL
Antonio Burgos

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Estas cosas nada más que pasan en Sevilla. O en sus villas cercanas, cual Castilleja de la Cuesta, que cómo será de sevillana, que no tiene hermandad propia del Rocío, que es a efectos de la Blanca Paloma (y de muchas más cosas) como una sucursal de Triana. Y nada digo de Camas. Que es un pueblo-dormitorio de Sevilla, porque allí nacen las figuras con las que Sevilla sueña. Llámense Curro Romero o Paco Camino en el toreo, llámese Sergio Ramos en la pelota. Para mí que Camas es una extensión de Triana. El toreo que se hace en Camas es de Triana, no de Sevilla, contempladas las dos orillas que descubrió el poeta Rafael Peralta Revuelta.

Así que el suceso de tanto arte que comentar quiero ocurrió precisamente entre estos dos cercanos pueblos, tan llenos de gracia. Le ocurrió a uno de Camas en Castilleja. Lo de la gracia de los pueblos cercanos debe de ser como aquello antiguo que se contaba de la aceituna de verdeo, que las buenas aceitunas de mesa tenían que ser de un olivar desde donde se viese la Giralda. El suceso que comentar quiero es que un vecino de Camas, gracias a una papa muy gorda, pero muy simpática, que cogió en Castilleja, ha descubierto que el alcoholímetro es un instrumento musical cofradiero. Instrumento de viento, naturalmente. ¿No se trata de soplar? Pues se sopla un alcoholímetro como si fuera un clarinete del Carmen de Santeras o la trompeta del solo de «Nerva» de la Banda Tejera.

Así fue, que con la papa gorda y simpática de madrugada, el camero, de 27 años, un tío hecho y derecho, empotró su coche contra un bolardo en Castilleja de la Cuesta. ¿Qué falta harán los bolardos en Castilleja? ¿Para qué estaría allí aquel bolardo donde el curdáneo empotró su coche? Y como tenía una papalina tan gorda, no lo podía sacar, como en la «Callejuela sin salía» de Juanita Reina, «ni palante ni patrás». Y vinieron entonces los municipales, que es como aquí les hemos llamado siempre a la que se ha puesto de mote «Policía Local» en todas partes. ¿Y qué hizo la Guardia Municipal de Castilleja con el moyatoso del coche empotrado en el bolardo? ¿Darle dos tortas de Castilleja y una bizcochada, que es lo que quizá les hubiera pedido el cuerpo? No, hacerle soplar el alcoholímetro («con grandes dificultades» dicen las informaciones, quizá por la tajá tan buenecita que llevaba), y dio 0,81, que me parece que es una tasa de alcoholemia muy bien despachaíta. Tras lo cual, para confirmarlo, los agentes quisieron hacerle al curdela una segunda prueba de soplado, y aquí vino lo bueno. Tomó el hombre el aparatito y con la tajá se creyó Julio Vera. Y les dijo a los municipales, chispa más o menos:

—Soplar el aparato no lo pienso soplar. Pero verán ustedes qué marcha de la Banda de las Tres Caídas de Triana tan bonita les voy a tocar con él.

Preciosa. Para ir de costero a costero y con el izquierdo por delante. Una maravilla. Anda rulando el vídeo por Internet y merece la pena escucharlo. De arte. Yo sólo he escuchado tocar mejor una marcha de corneta y tambores con la boca a la soprano Mariola Cantarero, que borda el «A ti, Manuel» y lo que le echen. O a aquel inolvidable Antoñito Procesiones cuando se ponía a tocar «Amargura» con el solo instrumento de su boca. Pero lo del camero con su recital nocturno de Castilleja ha sido mejor: ha descubierto el alcoholímetro como instrumento musical cofradiero. Los pitos del Silencio y los alcoholímetros de Castilleja. ¿No llevaba antaño gaitas la banda de la Guardia Civil? Pues ya lo saben ustedes, señores directores de bandas y agrupaciones: estrenen este año, junto a las tubas y las cornetas, el alcoholímetro como instrumento. Yo que el juez, al que llevaron al gachó, era a lo que condenaba al tío. Aplicándole la eximente de toda-la-gracia-del-mundo, le ponía de condena que reforzara esta Madrugada la Banda de las Tres Caídas con su nuevo instrumento de viento. Si es que antes Pepe Hidalgo no le echa el ojo y se lo quiere llevar, vestido de armao, a la banda de la Centuria Macarena.

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