PÁSALO

La cuna del hombre

Nunca hubo tres culturas. Pero sí una y tres religiones distintas

26/09/2018 a las 07:57h.

El ruido de la comisión que ha pretendido hurgar en la titularidad de la mezquita catedral de Córdoba ha hecho muy bien su trabajo. Porque esa comisión solo pretendía hacer ruido. Allí donde se siente el señor Mayor Zaragoza, ni Zaragoza es Zaragoza y lo Mayor se vuelve pequeño, habilidad que no se le puede discutir a este corcho de la transición. La comisión de la mezquita catedral, os iba contando, sabía perfectamente que solo tenía una chance en este asunto: el ruido. Y se afanaron al abrigo de los desfiladeros mediáticos donde el eco de este alboroto se multiplica cienes y cienes de veces, como diría el otro. Ni los coches matrimoniales de las películas americanas de los setenta, con aquellas colas de latas atadas al parachoques trasero que arrastraban por el asfalto, montaban tanta escandalera. La cuna del hombre, aseguraba León Felipe, la mecen con cuentos. Y que el miedo del hombre, concluía su poema, ha inventado todos los cuentos. Sobre la titularidad de mezquita catedral de Córdoba se han escrito tantos cuentos como inspiración ha suscitado siempre el relato de las tres culturas. Esa cuna no deja de moverse por intereses puramente ajenos a la historia. Los hombres hacen la historia. Los historiadores más cabales la cuentan lo más científicamente posible. Y los políticos se encargan de hacer los cuentos según la hora del día que marque la conveniencia. ¿No sostienen algunos cuentistas que Cataluña fundó el «imperio romano catalán» y Santa Teresa poco menos que era socia del Barça?

El pasado sábado, el querido compañero Paco Robles entrevistaba en su serial «Conversaciones sobre Andalucía» a la historiadora Gloria Lora, medievalista cordobesa, que vino a concluir que el debate sobre la mezquita catedral no tiene lógica y carece de fundamentos históricos y jurídicos. No obstante, con maletas tan vacías, los de la comisión echaron a caminar para ir armando jaleo a lo largo del trecho, que se prometían largo y, a la vista está, se ha quedado en un paseíto dominguero con más cuento que otra cosa. La señora Lora también entró pisando fuerte en el suelo de cristal del mito de las tres culturas, una de las cunas españolas mecidas por los más cuentistas que del cuento viven. Hace años, en una entrevista con el filólogo arabista de la Hispalense González Ferrín, me pude enterar que no había cristal más quebradizo al contacto con la verdad que el de las tres culturas. Ferrín, que fue premio nacional de ensayo histórico, sostiene que Al Andalus fueron tres religiones y una sola cultura, la andalusí. Que no es otra cosa que la decantación hispana de todo el saber grecolatino y los aportes orientales del caudal árabe. Algo tan fecundo en su día que el propio Ferrín, en el citado ensayo, adelantaba que ciudades como Córdoba, Sevilla, Toledo o Murcia se adelantaron en siglos al fenómeno renacentista italiano, por la intensidad de sus apuestas culturales y científicas.

Así que lo de las tres culturas mejor que lo vayamos olvidando. Y más olvido aún merece el mito de la tolerancia entre esas tres culturas. Nunca hubo tolerancia. Las tres religiones, pese a ser hijas del mismo Libro, difícilmente convergían en remansos de paz y entendimiento. Coexistían. Sobrevivían. Y se repelían como fuerzas magnéticas del mismo signo. Una era enemiga de la otra y la otra lo era de las dos restantes. No había posibilidad de química alguna. Y menos en un tiempo histórico como el medieval donde los reinos cristianos y Al Alandalus dibujaban un mapa geopolítico que, particularmente, para explicármelo, me recordó siempre a la balcanización de nuestro solar hispano. Volverán estas oscuras golondrinas de la oportunidad política a hacer ruido y a contarnos cuentos cuando la situación lo pida. Pío, pío, pío. Afortunadamente, cada vez se les escucha menos. Pese al loable entusiasmo que ponen en confundirnos a gritos…