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Despedidas de so horteras

¿Un nicho de mercado? Estamos enterrando a la verdadera Sevilla en ese y en otros nichos de mercado turístico

Un grupo de amigos celebra una despedida de soltero en las calles del centro de Sevilla M.J. LOPEZ OLMEDO
Antonio Burgos

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Espero que no se metan en la Feria estas mamarrachas, como tienen copada la Plaza del Salvador o la Avenida. Me refiero a las despedidas de so horteras. No de solteras, no: de so horteras; son todas unas horteras. Y además, salidas como perras en celo, buscando «boys» de las salas nocturnas. Para mamarrachadas en la Feria ya tenemos bastante con los gorrones, con los tiesos del postureo y con la hoguera de las vanidades que describió Paco Robles siete mil millones de veces mejor que hacerlo pueda yo: lo siento, la Feria no es ni mi género ni mi fuerte. Como decía Antonio Colón en la antigua Redacción de ABC, recordando la frase de un macareno viejo: «Donde esté un buen Senatus, que se quite la Feria».

Para mamarrachadas en la Feria ya tenemos bastante con esa moda de los vestidos cortísimos de flamenca de las niñas, que parecen como tutús de ballet. Qué cosa más horrorosa. El traje de flamenca cortito que puso de moda Marisol es una maxifalda al lado de esta espantosa moda, que cuando la vea mi admirada Lina me imagino que tendrá que pedir en la Caseta de los Boticarios ración y media de lexatines bien despachaíta.

Dicen que la principal industria de Sevilla es el turismo. Que no es Industria: es Sector Servicios. Esto sí que es sevillano, contradictorio, dual y todos los tópicos que se despachan: la principal industria de Sevilla no es tal industria. Industria es un tío con un mono azul, una llave inglesa, un torno y una fresadora fabricando algo. Pero una casa regionalista convertida en Fonda del Peine bajo el nombre de hotel de media estrella ni es industria ni es nada. Es la vía de la degradación que lleva esta Sevilla que está rebajando todas sus autenticidades, como el sevenáp a la manzanilla; que ya saben mi teoría aquí repetida: el rebujito es la mejor forma de estropear la manzanilla... y de estropear el sevenáp.

Y esa falsa industria del turismo, en ese postureo de la industria verdadera que desmantelamos que es el turismo, tiene en esta semana su temporada alta y sus días de gloria en las tarifas. Espero que esos precios espanten a las que más horror dan: a las tías gamberras y salidas de las despedidas de solteras, que dicen que son «un nicho de mercado» importante en esto del turismo cochambroso de botella de agua mineral que se ha cargado ya el Barrio de Santa Cruz y que todo lo va degenerando. Entre veladores, casetas de veladores y despedidas de so horteras, Sevilla es una ordinariez con Giralda. Leo en la competencia a Diego J. Geniz que cada fin de semana se nos meten por las puertas mil tíos gamberros o señoritas calentonas, que se disfrazan para identificarse como grupo. Se alojan en hoteles de bajo costo (en fondas, vamos) y se gastan menos que Pablo Iglesias en corbatas. Se quedan sólo una noche y según una agencia mayorista especializada se gastan 50 euros cada una de las gamberras. Ataviadas con lo que se hayan puesto para identificar a la manada: que si el clavel contrahecho y horrorosamente grande en la cabeza; que si la camiseta estampada; que si los pretendidos trajes de flamenca comprados en los chinos, colorados siempre, eso sí, con los lunares negros. Dicen que 15 grupos, 15 de esta calaña vienen a Sevilla cada fin de semana. Con tanta delicadeza (tararí) como los que describe Geniz: que si la que se despide de su soltería y las amigorras le ponen, en plan Miss España, la banda de «Novia Cachonda»; que si las otras —cito textualmente— lucen escarapelas color naranja de las que sobresale un pene de plástico: fin de la cita y fin del pene, porque me da asco esta Sevilla que estamos creando y consintiendo, degradando a la verdadera. Y que me recuerda a lo que se inventó en el Estadio Carranza y ya se canta en muchos campos de fútbol, y a lo que en las despedidas de so horteras tendrían que cambiarle el final: «Alcohol, alcohol, alcohol,/ hemos venido/a emborracharnos,/el matrimonio nos da igual». ¿Un nicho de mercado? Estamos enterrando a la verdadera Sevilla en ese y en otros nichos de mercado turístico.

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