Más allá de las pizarras
La generación covid no tendrá que estudiar las encrucijadas de la Historia, tan sólo asomarse a la vida

Monotonía de lluvia tras los cristales... Qué lejanas quedan aquellas tardes de la infancia. ¿De qué siglo serán? «Una tarde parda y fría de invierno. Los estudiantes estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales». Hay pizarras, tizas, maletas, libros, cuadernos. En el poema «Recuerdo infantil» ... de Antonio Machado se recrea una estampa de otra época que reconocemos, pero que los niños de la generacion covid sentirán como algo ajeno, distante y remotísimo. Para ellos ya no importan las pizarras, ni las tizas ni los libros. En la mochila –que no maleta– llevan gel hidroalcohólico, no se sientan juntos, están asustados de tocarse, no juegan en el recreo y llevan máscaras que empañan la mirada con el aliento de las mañanas.
Esta generación de escolares, de estudiantes, de alumnado sonámbulo recorre con pavor las aulas sin atreverse a correr, a dar una voz alta o a compartir el bocadillo. Probablemente lo de menos es lo que aprendan en este curso. Bastará que simulen algo parecido a la normalidad: levantarse temprano para ir a la escuela, quedarse quietos en los recreos, hacer como que atienden a las extrañas lecciones de este 2020.
Es curioso, lo más sorprendente está pasando a su alrededor, más allá de las pizarras y los libros. En este año duro, trágico y desesperanzado aprenderán poco o quizás mucho. Afuera, en la vida están pasando cosas que se salen del programa docente. O tal vez es que en la calle están ocurriendo todas las lecciones que antes estaban escritas en los libros como material de estudio teórico.
No llegarán al Siglo de Oro, pero comprenderán la picaresca de la miseria. No leerán a Dickens pero se asomarán a los dramas de la calle con niños hambrientos y gente explotada en malos trabajos. A ninguno de los angustiados profesores les dará tiempo de explicar algún ejemplo de la literatura de ciencia ficción, de la perturbadora narrativa distópica de Aldous Huxley o George Orwell. Da igual, conocerán esos argumentos porque aparecen todos los días en los telediarios de sus vidas.
Será la generación que mejor entienda la epidemia de peste de 1348 y la de 1649 y todas las que llegaron después. No se asombrarán con el mundo en tensión por la depresión de 1929 porque ese abismo de bancarrota roza su mundo todos los días. Y el siglo XIX lleno de rebeliones sociales, de gente a punto de montar barricadas con los adoquines de las calles lo comprenderán sin que nadie tenga que enseñarles esa lejanísima y remota lección histórica.
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