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LA TRIBU

Estadísticas

«Menos mal que sacamos al santo y llovió. Y, eso sí, llovió como no había llovido en muchísimos años»

En la imagen, nubes cargadas de lluvia sobre un campo florecido EFE
Antonio García Barbeito

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No falla: cada vez que hay un periodo largo de lluvias, de sequía, de calor, de frío, siempre hay alguien que, amparado en las estadísticas de la memoria, dice: «Pues yo me acuerdo de un año que llovió más que está lloviendo ahora… Recuerdo que las bestias se tiraron tres o cuatro meses en las cuadras o en los cobertizos, porque no podían entrar ni en los corrales, porque se atascaban, les llegaba el fango o el estiércol acumulado hasta las rodillas, y no podían dar un paso. Me acuerdo de que a Fulano se le escapó una mula y la encontraron muerta a los cuantos días, clavada en la tierra empapada, en una finca a las afueras…»

Quienes hablan basándose en la estadística de la memoria son personas mayores que calculaban a ojo de buen cubero, no con la precisión con que hoy lo medimos todo: «Aquel año se tiró lloviendo, con algunas claras de unas horas, más de veinticinco días… Las huelgas del río eran mares, y hubo que esperar muchos meses hasta poder entrar a las tierras para labrarlas, orearlas y sembrarlas…» O hablaban de todo lo contrario: «Sacamos al santo en rogativa porque llevaba casi un año sin llover. Las tierras, más duras que las calles; los árboles, secos; los animales, enteleríos; el aire, enfermo. Y la luz tenía cara de moribundo… Menos mal que sacamos al santo y llovió. Y, eso sí, llovió como no había llovido en muchísimos años. Decían los viejos que no recordaban un temporal así…» Hoy llega cualquiera y nos dice que, aunque creamos que es la más larga época de lluvias, el año tal se recogieron en los pluviómetros tantos litros por metro cuadrado, y eso es impepinable. Y así, de sequía: «Pues si por sequía grande fuera, el mes tal del año tal tendríamos que haber sacado todos los santos, porque ese invierno cayeron veinte tristes litros por metro cuadrado, los mismos que se bebieron cuatro días de solano. Y eso había pasado en el otoño, que no hubo otoñada, llovió dos días, se vinieron los fríos y vaya usted condiós.» Hablamos del julio más fresco, del agosto canalla que nos ha pisoteado y del septiembre —y lo que va de octubre, que no se queda atrás— infernal. Bien, pues sale alguien y nos dice: «La temperatura máxima de los últimos años fue en el mes tal, mucho más que este verano. Mira, lo tengo apuntado aquí…» Era más hermoso cuando aquellos hombres se ponían a hablar del tiempo y, abriendo el cuaderno de su memoria, decían: «¿Que si llovió ese año? Por el camino bajo de la vega no se pudo pasar hasta las vísperas de la trilla, y echándose a un lado. Hubo charcos en el campo todo el verano.» Bendita literatura oral de las estadísticas de la memoria…

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