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LA TRIBU

Extremos

Sólo valdrá «El sí de las niñas». Por escrito. Ay, nos van a quitar las ganitas de tó

Antonio García Barbeito

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Aunque resulte una mierda, tengo la jugada hecha: yo centro con la derecha y remato con la izquierda. De extremo a extremo y tiro porque me toca. Corro la banda de una novelería y cuando me canso, corro la contraria. Como el personal de la censura solapada se meta en la memoria histórica de la copla, lo mejor será ponerle tranca a la puerta de la SGAE , porque ya me dirán, si no, qué futuro les espera a cientos de composiciones que, en voz de mujer, dicen arrástrame, ponme ligaúras, en el quicio de la mancebía, un rojo, rojo clavel, yo soy la otra, la otra… Coplas y poemas inmortales , y obras de teatro, que si corro mi casa como una loca, las dos trenzas por el suelo de la cocina a la alcoba , que si yo dormiré a tus pies como si fuera una perra, porque eso soy, que te miro y tu hermosura me quema… Osúosúosú…

No sería extraño que la obra de teatro de moda —o al menos el título—, recomendada por el Gobierno de la izquierda con moción, que no sé si también conmocionado, fuera una de Moratín, «El sí de las niñas» , porque, según Carmen Calvo , como no haya sí de las niñas, aviados están los hombres. Hemos pasado del «chicas, al salón», al qué miras, so libidinoso, que te voy a meter una denuncia que te va a dejar seco. Extremos. ¿Qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas? Pues cállatelo, si no quieres líos. Y si anda bien, no le digas a la morena que pise con garbo. Extremos. Mi amado Speroni, ay: «Esta mujer es mía, la conquisté en el llano / y la besé a la sombra de las adormideras…» O el bruto de Hernández, que le decía a su amada, satisfecho tras haberla poseído: «He llegado hasta el fondo.» ¡Qué bruto, qué machista…! Cuando, sin darnos cuenta del error y siguiendo la divina enseñanza de admirar la belleza, miremos a una mujer hermosa , habrá que disculparse diciéndole: «No, si yo no estaba mirándote a ti, estaba mirando la ropa…» Habrá que aceptar «El sí de las niñas» , el «sí, quiero» sin que medien altar o juzgado. Qué horror. Como se metan en desenterrar coplas y poemas, la vieja Carilda Oliver lo va a tener que borrar casi todo: «Me desordeno, amor, me desordeno, / cuando voy en tu boca demorada, / y casi sin por qué, casi por nada, / te rozo con la punta de mi seno…» Ay, la Venus de Alberti, hablándole a Príapo: «… Todo era fingido. / Mi dormir no era más que desearte. / Tú alzas mi sueño cuando estás dormido. / Nací tan sólo para levantarte…» ¿Y el descaro de Manuel Machado?: «Ven, reina de los besos, flor de la orgía…» Aunque al final diga que «hetairas y poetas somos hermanos.» Sólo valdrá «El sí de las niñas.» Por escrito. Ay, nos van a quitar las ganitas de tó.

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