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Pásalo

La tanqueta gaditana

Marlaska ha reivindicado las escrituras de las calles para los ciudadanos

Felix Machuca

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LOS tiempos avanzan hacia atrás y desde hace más de una semana, Cádiz y su hinterland, viven abrazados a un revival de sus años más duros, más metalúrgicos, aquellos en los que las lavadoras de Puerto Real volaban por las ventanas y los pelotazos se ... registraban fuera del Carranza. Barroso, un alcalde de indestructible fe castrista, era por aquellos años la voz a seguir por los trabajadores de Astilleros, que no se cerraron por eso mismo, porque las lavadoras volaban desde las terrazas y los pelotazos se daban fuera del estadio gaditano. Sevilla sí los cerró. Quizás porque aquí la guerrilla urbana, pese a firmar secuencias de indudable aversión al Código Penal, no fue tan determinante como la de la bahía gaditana. Esa fe en hacer de la calle un territorio comanche, donde respetar la ley es un insulto al proletariado y el sindicalismo más señalado por sus malabarismos con los dineros públicos se presenta como honrados defensores del trabajador, está tan arraigada en Cádiz que, pese a los días de pelea tupamara en las calles, no son muchos los políticos que han reclamado las escrituras de las calles para todos. Marlaska lo ha hecho. Quizás en una de sus actuaciones menos polémicas que ha tenido en un pasado reciente de pateras, marroquinerías ceutíes y narcos en la bahía. Y lo han puesto chorreando por culpa de una tanqueta.

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