Pásalo
Tierras raras
El albero debería considerarse una de esas tierras raras que generan tanta riqueza

SI es cierto que el impacto económico de la feria sevillana se cifra en novecientos millones de euros, por favor, que la repliquen cada trimestre. Una cada tres meses. Con los mismos actores que tan divinamente se saben el papel y se interpretan a sí ... mismo como nadie. Novecientos millones de euros no es una mala cifra. A Sevilla la salvaría de sus honduras y estrecheces, convirtiendo al albero en una de esas tierras raras que hacen millonarios a los países que las poseen y las exportan para las nuevas tecnologías. El albero como tierra rara. La Feria como ingreso apetitoso del mercado del ocio. Consiguiendo, a base de economía de prestigio y de mercado, como sostendría el catedrático Genaro Chic y su escuela de historiadores, hacer de la Feria el negocio que lleva en su gen seminal. Novecientos millones de euros o casi, repito, es para hacer cuatro ferias al año y generar ingresos propios con la mejor industria que poseemos. Si los aviones no levantan el vuelo y nuestros mejores cerebros emigran lejos, la feria del descubrimiento, la de la vuelta a la normalidad, nos refleja en nuestro propio espejo una salida para las fatiguitas crónicas de siempre. La Feria que nació hace 175 años tiene absoluta actualidad.
Pero lo de los novecientos millones ¿no les suena a lo del millón de rocieros en la Marisma y a lo del millón de feriantes en el real? ¿No le suena a un mito más de los que se alimentan las leyendas que los sevillanos tejen en sus horas menos sobrias y más embaucadoras? Qué nos gusta un millón a modo de pin en la solapa de nuestras limitaciones. Tanto como una bulla a los andaluces, que diría Jesús Aguirre, el hasta ahora consejero de Salud. Hoy empieza Jerez su luminosa Feria del caballo. Y ya veremos si también, ojalá, pone en movimiento novecientos o mil millones de euros. Y así hasta que por septiembre u octubre termine nuestra última feria, nuestro mercado interior más rentable, el de esa economía de prestigio milenaria que bulle en la condición humana. Se siguen cerrando buenos negocios en la Feria, se llegan a buenos acuerdos en la Feria, se traban alianzas empresariales en la Feria, se hacen y devuelven favores en la Feria. La Feria sigue siendo aquel mercado que hace 175 años se sacaron de la manga de sus necesidades Ibarra y Bonaplata, que en el apellido de este último ya llevaba grabado la condición del invento.
Pero más allá de los millones de euros que sea capaz de generar, de verdad o no, una Feria como la de Sevilla, no es aconsejable seguir secuestrados por ese estado de ingravidez en el que te deja el acontecimiento. La mejor medida de la autosuficiencia de la ciudad es la Feria. Entras en una burbuja aislada del mundo y que es capaz de construir otro que te abstrae de lo demás. Es como si vivieras en otra dimensión, en un mundo paralelo y suficiente que no necesitas para existir más que su propia esencialidad. Pero el mundo gira ahí afuera, la guita financiera es fundamental y el metro y los puentes y la SE-40 y una ciudad menos conformista esperan que las saquemos a bailar y sea verdad lo que cantaba el inolvidable Pascual González: que no nos falte de ná…
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