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Fuera de peligro

El responsable de los paraguas de la final del mundial está a salvo y fuera de peligro

Trump está en el ojo del huracán tras su última reuinón con Putin Reuters
Felix Machuca

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Una de las cuestiones que no ha trascendido de la seguidísima entrevista al más alto nivel entre Trump y Putin ha sido la suerte que ha corrido el responsable del abasto de paraguas de la final del Mundial de Rusia. Sabemos lo que ambos líderes mundiales piensan de Crimea y de Ucrania, de la Otan y del gasto militar europeo, de Siria e Irán, del arsenal nuclear. Pero como un alto secreto de estado, solo al alcance de las más selectas escuelas del espionaje internacional, ha permanecido en absoluta oscuridad la suerte del responsable de que, en la ceremonia final de los mundiales, una tormenta intensa y rencorosa, convirtiera el prestigio ganado por el gobierno ruso en papel mojado. Los funcionarios y ministros del ex KGB lo habían bordado. Ni un altercado en las calles, ni una mala algarabía de los antisistemas, ni un alboroto de cualquier falange de ultras radicales que por allí abundan. Nada de nada. Te paseabas por las sedes mundialistas y parecía que lo estabas haciendo por el barrio de los teletubbies. Paz, serenidad, tranquilidad, distensión. Algunos de los que han tenido la suerte de vivirlo in situ te hablan de que a Rusia la habían sedado. Nolotil en esa vena tártara que dicen sus enemigos que late bajo sus instintos como bajo los nuestros aseguran que llevamos la sangre más envenenada de la herencia islámica. La imagen satinada, brillante e idílica que, curiosamente, se la carga un baño de agua muy fría. Un dato: durante la quincena larga que ha durado el mundial no ha trascendido víctima por violencia alguna. En Francia, durante la celebración de la llegada de la flamante copa mundialista, se registraron dos muertos, numerosos disturbios y trescientos arrestos.

Si al PP español le hace falta una presidenta o presidente del partido como la de Croacia, capaz de acercar posturas y limar asperezas repartiendo más abrazos que un congreso de hermandades rocieras, a Putin le falló el tío del tiempo, el hombre que debería haber alertado a los organizadores que allí, para la ceremonia de clausura, hacían falta paraguas. Muchos paraguas. Tantos o más como en San Mamés el viejo cuando le daban por sacar la manguera para refrescar la hierba... Paraguas. Se necesitaban paraguas. Aunque fuesen chinos. Daba igual. Lo que no podía ver el mundo era aquella versión futbolística y diluviana de los Paraguas de Cherburgo. O la traslación a la realidad de El Dios de la lluvia llora sobre el estadio Luzhnikr. La tormenta, igualmente, nos enseñó la otra cara de un presidente venido arriba al principio, cuando del cielo caían las consabidas cuatro gotas, mostrando Putin que se encontraba como pez en el agua, más a gusto en tan líquido elemento que una nutria en su madriguera. Pero cuando los cielos se abrieron y crujieron hasta las entrañas disecadas de la momia de Lennin, Putin puso cara de no hacer prisioneros e, inmediatamente, le llegó su paraguas. El suyo. Para los demás ni un chubasquero.

Pese a todo, el futuro del responsable de la sección mundialista de paraguas está a salvo. Su vida no corre peligro. Ni en Siberia ni tomando te con pastitas de Novichok. Nos hemos podido enterar gracias a un buen amigo que mantiene relaciones bodegueras con el alto funcionariado ruso, tan dado a hacer amistades cuando hay tarjetas Faffe con todo incluido de por medio. Fuera de peligro y sin estrés, como las calles rusas durante el mundial. Lo que no sabe nadie es la razón por la que Putin se mostró tan bondadoso con el paragüero, responsable al fin de la imagen dada por el presidente en la ceremonia de entrega de medallas. Las gallinas que entran por las que salen, que diría el amigo de la vieja del visillo. El tío responsable de los paraguas salvó su vida porque otros tantos la tienen colgando de un hilito en las viejas mazmorras del KGB en Moscú. Los cuatro chalados que se tiraron al campo durante la final para reivindicar no se sabe bien qué. Esos le salvaron la vida al camarada de los paraguas. Esos pobrecitos son los que saben ya lo que es jugar en campo contrario contra Putin y que el VAR se desentienda de la jugada…

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